Son muchos los enfermos de dermatitis atópica que se avergüenzan de su piel y la esconden porque está llena de inflamaciones, rojeces o descamación. Además se rascan de manera constante, luchando por evitar ese picor que les persigue y les impide dormir, concentrarse o relacionarse.

A estas molestias deben enfrentarse las personas con dermatitis atópica, una enfermedad más frecuente en niños -afecta a entre dos y tres de cada diez pequeños, según estimaciones de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV)- pero que también tiene incidencia en adultos. "Por lo general cuando se manifiesta en edad adulta lo hace de forma grave", afirma Juan García Gavín, miembro del Grupo Español de Investigación en Dermatitis y Alergias de Contacto (GEDAC) y de la AEDV.

¿Cómo se desencadena? "Es una alteración estructural de la piel; esta tiene una composición que no es correcta y eso hace que tenga funciones celularmente alteradas", explica Gavín.

El experto matiza que la llamada función de barrera de la piel es la que más se ve afectada, ella es la encargada de evitar que penetren sustancias que nos puedan provocar irritaciones. "Los pacientes atópicos tienen una mayor sensibilidad y pérdida transepidérmica de agua", asegura.

Todo ello lleva a un estado de inflamación constante, que desencadena la famosa picazón o la aparición de lesiones de eccema. Factores genéticos y ambientales Gavín matiza que ciertos factores pueden incidir a la hora de presentar unos síntomas de mayor o manor intensidad, como vivir en la ciudad o en el campo, en un sitio frío o cálido, o con mayor o menor humedad. Incluso, desempeñar un trabajo frente a otro o sudar más o menos podría influir. Además, hay un importante componente genético detrás del desarrollo de la dermatitis atópica. "Este tipo de enfermedades inflamatorias de causa desconocida tienen una carga genética", dice.

Calidad de vida

La picazón característica de la dermatitis atópica lleva a los pacientes a rascarse de manera constante en un intento por paliar esa sensación. Esta acción inevitable tiene consecuencias directas para los afectados, agravando la situación de la piel. "Lleva a cambios tróficos cutáneos que se conocen como liquenificaciones. Como respuesta a ese rascar y a esa inflamación continua, la piel poco a poco se va engrosando, el resultado es que el paciente tiene una calidad de vida muy disminuida", cuenta el experto.

Vivir con dermatitis atópica puede resultar un auténtico infierno, llega a afectar al sueño y a otras actividades de la vida cotidiana como el desempeño profesional, la capacidad de concentración o la de relacionarse con otras personas. Además, la descamación de la piel y las irritaciones aparecen en distintos puntos del cuerpo, pudiendo ser claramente visibles para los demás, lo que lleva a influir en el autoestima de los pacientes.

"Tenemos una concepción de dermatitis atópica leve pero los pacientes que están graves tienen una cruz encima, no es raro que ingresen de vez en cuando en el hospital, llegan a tener eccemas totalmente generalizados con alteraciones del centro dermoregulador, con fiebre, malestar...", relata Gavín.

Tratamientos actuales

El doctor Gavín recomienda acudir a nuestro especialista para recibir un tratamiento adecuado. "No hay ningún consejo general, a día de hoy tratamos de evitar restringir al paciente para que pueda hacer vida lo más normal posible. No se ha conseguido demostrar a día de hoy que cambios dietéticos o de hábitos condicionen una mejoría de la enfermedad", asegura.

Sin embargo, si un paciente en concreto nota mejoría con ciertas restricciones, no las desaconseja. El doctor Gavín recomienda mantener la hidratación de la piel. "Sobre todo mientras no hay lesiones para reparar un poco esa barrera estructural, se puede hacer por ejemplo utilizando productos adecuados al salir del baño y mantener esa hidratación", cuenta Gavín.

Además, asegura que el tratamiento dependerá de la intensidad de la enfermedad. La dermatitis atópica no tiene cura y puede tratarse con hidratantes y corticoides o inmunodepresores en los casos más graves. El problema es que se trata de productos con importantes efectos secundarios, y que acumulan cierta toxicidad, algo que obliga a darlos en terapia rotacional, es decir, variando entre ellos, a intervalos.

Un futuro esperanzador

Gavín cuenta que están comenzando a desarrollarse nuevos tratamientos contra la dermatitis atópica que son prometedores, pues hasta el momento los que existían no eran del todo eficaces. "Son la esperanza. Lo realmente definitivo es esto que viene si cristaliza, que parece que sí", afirma.

El doctor habla de un nuevo tipo de fármacos biológicos. En concreto, la Agencia Europea del Medicamento aprobó el primer fármaco biológico contra la enfermedad el pasado septiembre. "La dermatitis atópica parece que ahora se va a poder tratar bien, al menos tendremos alternativas que ofrecer a los pacientes", dice el experto.

El 'dupilumab' es el fármaco pionero y actúa reduciendo la inflamación, ayudando a evitar los síntomas de la dermatitis atópica. Está indicado para personas con la enfermedad no controlada. "Está empezando a haber experiencia en España y ya la hay en otros países", relata Gavín.

Este fármaco lleva a imaginar un futuro más optimista para los enfermos. "Los pacientes graves si ven que no hay tratamientos demasiado eficaces y que nadie les ofrece soluciones es muy común que se queden en su casa sufriendo los síntomas con una especie de desidia, de nihilismo. Cuando aparece un tratamiento eficaz es cuando empiezan a salir", asegura.

Fuente: 20minutos