La semana pasada, un vecino de barrio Belgrano le disparó a su hijo para “calmarlo”. Así se lo explicó a la policía cuando acudió al llamado del 911. Él mismo había llamado y no era la primera vez que lo hacía. Hace unos dos años que su hijo tiene problemas de adicción y cuando quiere consumir, explicó, se pone violento. Ese día estaba por romper la puerta de su casa a patadas y su mamá estaba adentro. En contacto con Radiópolis, el programa que conduce Roberto Caferra por Radio 2, Pablo contó su historia.

El más chico de tres hermanos, Jeremías comenzó su adicción a la cocaína –comenzó Pablo– hace unos años. En ese tiempo lo internaron cinco veces pero en ningún caso logró mantenerse sobrio demasiado tiempo. Para Pablo a esas instituciones “solo les interesa cobrar” y simplemente someten al adicto a otra droga.

Sobre lo ocurrido el jueves pasado, Pablo contó que Jeremías había llegado alterado a su casa, buscaba dinero para intercambiar por estupefacientes. Ese día Pablo se había ido a trabajar –durante este tiempo había tratado lo más posible de quedarse en casa, pero los números ya no daban– y en el domicilio había quedado su esposa sola. “Creía que lo iba a poder controlar”, recordó.

Como trabajaba en un taller cercano vio en el estado en el que llegó su hijo y llamó al 911; no era la primera vez que alertaba a la policía sobre su hijo. Luego, enfrentó a Jeremías e intentó apaciguarlo. Fue imposible. “Cuando está en ese estado es irreconocible”, lamentó y destacó que sobrio, su hijo es un chico muy solidario y habilidoso.

“Le pegué, llamé de nuevo a la policía”, continuó Pablo. Entonces tomó la vieja escopeta de su padre y le apuntó para asustarlo. Disparó al piso y una de las perdigonadas lo lastimaron en el pie. Llamó otra vez a la policía y esta vez pidió por una ambulancia.

Pablo fue arrestado y conducido a una celda con otros chicos en los que reconoció la misma adicción que en la de su hijo. Fue entonces que se preguntó qué es más importante para el Estado: ¿su escopeta sin papeles de 70 años o que Jeremías y tantos otros como él caigan en la calle de nuevo?

“El chico no reconoce ni padre ni madre. Cuando quiere consumir, quiere consumir no importa de qué manera sea y el Estado eso lo sabe, pero no están capacitados para contenerlos”, lamentó. “Todavía no es tarde para que ayuden”, llamó la atención.