Las instituciones que forman esta sociedad como la familia, la escuela, el eje sanitario son las que reglan los comportamientos individuales en cada tema en particular. Las teorías morales, plantean que el hombre no puede vivir sólo para sí mismo, aislado, y por lo tanto en la presencia del semejante se encuentra el fundamento de la ética.

“Se conoce como ética a la rama de la filosofía que analiza y dictamina las acciones y procedimientos que se consideran buenos, correctos y generalmente aceptados”. Desde esta línea de pensamiento podemos decir que muchas veces el comportamiento del mercado farmacéutico, parece carecer de ese carácter ético que debe tener al tratarse de elementos fundamentales para la vida de los que pertenecemos a esta sociedad.

Si analizamos los integrantes de este mercado, vemos que cada uno tiene un rol importantísimo, desde el productor del medicamento, cumpliendo las normas de buenas prácticas de fabricación, el distribuidor conservando y distribuyendo correctamente ese bien y los profesionales de la salud actuando cabalmente en el ejercicio de su saber.

Nada debería salir mal, pero el ser humano, muchas veces influenciado por intereses económicos o directamente por desconocimiento, falla en el rol que le toca desempeñar. Sumado a esto, la falta de un control severo por parte del estado que le garantice a la sociedad que ese camino que recorre el medicamento es el adecuado, entonces el eje sanitario corre peligro.

También la ética estudia actos voluntarios, que el ser humano controla consciente y deliberadamente y de los que es fundamentalmente responsable. Aquí comienzan a actuar todos los hombres y mujeres involucrados en esta actividad y cuando comienzan a priorizar las mal llamadas “economías”, salteando escalones sanitarios y ocurren sucesos como los ya conocidos por todos y que trato de analizar desde otro punto de vista al que vemos habitualmente.

Cabe entonces preguntarse, ¿hubiera pasado lo mismo si los medicamentos se entregaran en las farmacias? No lo sé, pero ese supuesto paciente que recibió la medicación incorrecta (llámese adulterada o robada) tiene al responsable de la custodia de ese bien delante suyo, donde podrá exigirle un comportamiento acorde a su responsabilidad profesional y sus colegas podrán juzgarlo éticamente, con las sanciones que les corresponden a su ejercicio y la justicia podrá investigar la famosa trazabilidad hasta llegar al verdadero culpable de este temible manejo del medicamento.

Si observan, al medicamento, lo identificamos como un “bien”, en este caso un “bien social”, no una mercancía, un bien de cambio o una mercadería. Me refiero a que ese bien es un derecho que todo ciudadano tiene, de recibirlo con la mejor calidad y en condiciones seguras, independientemente de sus medios económicos. Esta es la diferencia fundamental de concepto al referirme al mercado del medicamento.

Entonces cuando falla un eslabón en la cadena de comercialización es cuando surgen estas faltas de ética, y el riesgo sanitario se profundiza de manera tal que cada uno de nosotros comenzamos a dudar de la procedencia de lo que quizá nos alivie nuestro mal, pasajero o no.

Como conclusión solo queda exigir que se cumplan las normativas vigentes y proponer los cambios que nos aseguren evitar caer en manos de quienes carecen de ética en el mercado de los medicamentos.

Es importante sugerir a los pacientes que accedan a los medicamentos sólo en farmacias habilitadas y que tampoco adquiera productos cuyos dispositivos de seguridad como lacres y precintos de seguridad hayan sido violados.


Farm. Leonardo Jurado
Mat. 2919
Docente del Módulo Etica y Legislación del Postítulo en Marketing Farmacéutico - Centro de Estudios Superiores