Surgieron nuevas evidencias que sugieren que la eficiencia del movimiento, la planificación y la ejecución del comportamiento requieren de la integración de áreas sensoriales, motoras y cognitivas. Además, la actividad física contribuye a la improvisación de la motricidad y a la plasticidad neuronal que protege del daño isquémico y tóxico cerebral.

Se realizó un estudio longitudinal de cohorte en el que se siguieron por cinco años 906 pacientes que formaban parte del Rush Memory and Aging Project. Los pacientes no tenían antecedentes de accidente cerebrovascular, enfermedad de Parkinson o demencia.

El objetivo del estudio fue evaluar la asociación entre la actividad social y la funcionalidad motora. Para ello, los pacientes se evaluaron anualmente mediante la historia clínica que incluyó examen neurológico y cognitivo y el estudio de las variaciones de la funcionalidad motora con nueve medidas de fuerza muscular y nueve de desempeño.

Se realizó una escala de puntos basada en la frecuencia de actividades sociales realizadas habitualmente que incluían concurrir a restaurantes, eventos deportivos o jugar al bingo, participar de grupos sociales, hacer trabajos voluntarios sin fines de lucro, visitar amigos o personas relacionadas e ir a la iglesia o servicios religiosos; (las tres últimas se asociaron a la pérdida de la motricidad).

El puntaje estándar de actividad social fue de 2,6, la disminución de un punto en la escala aumentó la velocidad de pérdida de la funcionalidad en un 33% y si se registraba al comienzo del estudio equivalía a ser 5 años mayor.

El promedio de declinación de la funcionalidad por año fue de 0,05 unidades. Los puntajes mayores de 0,16 se asociaron al aumento del riesgo del 40% de morir y del 65% de desarrollar discapacidad, evaluada por la escala de Katz.

Al comienzo del estudio la velocidad promedio de la caminata fue de 65 cm por segundo, y fue menor para aquellos con menos práctica de actividades, además fue disminuyendo aproximadamente 2cm/segundo por año.

Los pacientes con menos participación en actividades sociales tenían más edad, eran predominantemente varones con menor grado de educación, menos práctica de actividad física, mayor grado de discapacidad, funciones cognitivas más deterioradas, índice de masa corporal menor y diabetes; y a pesar de que las mujeres participaban más de actividades sociales que los varones, su función motora era menor.

En conclusión, en este estudio se observó que cuando los ancianos participaban menos en actividades sociales la velocidad de la pérdida de la función motora era mayor, pero se necesitan más ensayos que confirmen esta observación. Los resultados de este estudio podrían ser útiles en el abordaje del paciente anciano debido a los beneficios en la prevención de la pérdida de la funcionalidad física y la discapacidad que ella implica.

Fuente: Medicina Geriátrica