Aunque las autoridades no comunicaron porcentajes de participación oficial durante la jornada electoral  -cada estado organiza las elecciones como considera oportuno, dentro de unas normas generales- la sensación en prácticamente todos los estados es que la afluencia de votantes era alta.

Los llamados a votar este martes fueron cerca de 200 millones de personas que tienen en sus manos la renovación de las dos cámaras del Congreso que, si se cumplen las previsiones de las encuestas, podrían terminar con la hegemonía que tienen los republicanos desde 1994.

Además de elegir a los 435 integrantes de la Cámara de Representantes, a 33 de los 100 miembros del Senado y a 36 de los 50 gobernadores, estas elecciones servirán también para medir el liderazgo del presidente, George W. Bush, y su gestión de la guerra en Irak.

Ante los problemas registrados durante la jornada en el sistema de votación electrónica, los jueces decretaron —principalmente a instancias del Partido Demócrata— que los centros cierren más tarde en varios estados. En otros, la votación electrónica se sustituyó por las tradicionales papeletas.

Por su parte, Bush esperaba confiado esta noche el escrutinio y seguro que de que su Partido Republicano conservará la mayoría en el Congreso. “Está más confiado”, dijo el vocero de la Casa Blanca, Tony Snow, poco antes de la hora prevista para los primeros cierres de los colegios electorales. 

Los republicanos arriesgan en esta elección el dominio de la Cámara de Representantes (diputados) y del Senado, en momentos en que las encuestas indican que los demócratas están en condiciones de acabar con esa hegemonía, al menos en una de las dos cámaras.

Bush votó en la localidad texana de Crawford y luego se trasladó a Washington para seguir el escrutinio. “Da igual a qué partido pertenezcan, o incluso si no pertenecen a ninguno. Cumplan con su obligación, vayan a votar, y su voz será escuchada”, dijo Bush en un llamamiento a las urnas dirigido a sus compatriotas al emitir su sufragio.