Una determinada supresión del cromosoma 16 del ADN, concretamente la del gen SH2B1, podría ser la responsable de la obesidad en los más chicos. Así lo sugiere un estudio realizado en Inglaterra por profesionales de la Universidad de Cambridge, y publicado en el journal “Nature”.

La investigación contó con la participación de 300 niños de 10 años, con obesidad extrema (peso cercano a los 100 kilos), cuyos datos médicos fueron contrastados con los de 7.366 chicos de peso normal o ideal en relación con su talla.

Según los investigadores, en el grupo “protagonista” –a diferencia del control- se descubrió la presencia de la mutación descripta que contribuiría al incremento de peso, dado que el gen SH2B1 juega un rol fundamental en la regulación de las señales metabólicas de las moléculas leptina e insulina, pero además en la utilización de energía proveniente de los alimentos.

Sin embargo, la doctora Andrea Cotti, jefa de la Sección de Nutrición Infantil del Hospital Universitario Austral (HUA), sostiene que la genética no es la única responsable del sobrepeso y la obesidad en niños, puesto que es preciso considerar otros factores como la influencia del ambiente.

“La obesidad, entendida como el aumento de peso secundario al incremento de la grasa corporal, surge y se instala en el organismo como consecuencia de la estrecha relación entre genética, ambiente y hábitos; se genera una alteración en el equilibrio entre el ingreso y el gasto energético”, señaló.

“Obviamente la energía que se obtiene de los alimentos es necesaria para la realización de todas las funciones corporales. Pero, cuando por diferentes motivos comemos más y gastamos menos –debido a la falta de actividad física, principalmente- se produce la acumulación de grasa que, poco a poco, lleva al incremento del peso corporal y por ende a la obesidad”, refirió la doctora Cotti.

“No podemos centrarnos únicamente en la cuestión genética para entender esta enfermedad, sino que debemos considerar que por tratarse de una combinación de factores, cambiando los hábitos y el estilo de vida, podemos hacer mucho para prevenirla y combatirla”, añadió, en alusión al estudio inglés que dirigió Sadaf Farooqi y que fue considerado por diversos especialistas como un primer paso para poder saber qué niños presentan mayor predisposición a sufrir problemas de sobrepeso y obesidad a medida que pasan los años.

“La obesidad es una epidemia mundial, en la cual los chicos no están exentos, justamente por ser la niñez el momento clave para inculcar hábitos de vida saludables: es en este momento en el cual debemos iniciar una tarea preventiva. Son los padres quienes deben modelar con el ejemplo la conducta de los chicos frente a la comida, el ejercicio físico y el uso del tiempo libre. Está demostrado que los pequeños cuyos padres son activos y practican deportes, también serán deportistas y activos”, dijo. “Vale aclarar que el colegio, el club o cualquier otra entidad social también deben actuar como generadoras de hábitos y conductas”.

“Esto puede prevenirse precozmente, antes del nacimiento, desde la panza de la mamá, ya que tanto el bajo como el alto peso de nacimiento están vinculados a obesidad en la adultez. Asimismo, resulta fundamental promover la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida y el monitoreo del crecimiento, que debe ser armónico. Esto es especialmente importante en las familias en las que hay personas obesas pues esos niños presentan más predisposición genética que obliga a tomar medidas puntuales como, por ejemplo, el respeto de las señales internas de saciedad y la puesta en marcha –a partir de los dos años de edad- de una dieta rica en verduras, frutas, carnes magras de todo tipo, cereales enteros y lácteos semidescremados”, explicó. Además, recalcó la importancia de que los padres inculquen una vida activa a los hijos, que propicie la actividad física deportiva o recreativa, y que supervisen el uso de la televisión, los videojuegos y la computadora.

Fuente: Hospital Universitario Austral