Maricel Bargeri
El jueves pasado llegó a Rosario La parte de los ángeles, el más reciente estreno del director inglés Ken Loach. Al igual que en sus anteriores títulos, el realizador británico cuestiona en el film la dinámica capitalista: la expulsión del mundo de las oportunidades unos muchos –que no son más que un dato económico– para el funcionamiento del sistema.
Dicho de otro modo, los protagonistas de la historia –un grupo de jóvenes desempleados de Glasgow– no conforman “el ejército de reserva”.
Lejos de ello, su vida pasa por reformatorios y cárceles, y con escasas oportunidades de conseguir un empleo: por sus antecedentes, pero también por su “aspecto”.
Uno de ellos, Robbie (Paul Brannigan), un ex convicto y debutante en el mundo de la actuación, es condenado a realizar trabajos comunitarios para saldar una pelea callejera.
En ese mientras tanto, conocerá a otros jóvenes en su misma situación y, también, a Harry (John Henshaw), el coordinador de tareas, quien un día decide llevar a troupe a una cata de whisky.
A partir de allí Robbie descubre que tiene un talento particular para distinguir las cualidades de la bebida.
Con humor, dosis de drama y cierta cuota de moraleja, la trama nunca termina de derrapar en el camino de las alecciones: la habilidad de Loach lo impide
Si bien es cierto que, quizás, no sea su mejor película, el realizador logra mantener el pulso distintivo de sus historias: la humanidad.
Así, la parte de los ángeles, que remite a ese dos por ciento de alcohol que pierde la bebida por año mientras está en la barrica, tiene una doble lectura.
Por un lado, señala la pequeña porción de consumidores con la capacidad económica para pagar montos impensados por una etiqueta. Y, por otro –spoiler alert– se sintetiza en una botella de whisky Malt Mill.
La parte de los ángeles (The angels´ share) se estrenó en los cines británicos el 1º de junio de 2012 y se llevó el Premio del Jurado de Festival de Cannes el mismo año.