Virginia Giacosa

Algunos le llaman la “patria movilera”, pero los que conforman el enjambre de cronistas callejeros prefieren definirse como los que se encargan de buscar la información en el mismo lugar donde ocurren los hechos.

Son los que hacen guardia en la calle, bajo la lluvia o el sol abrasador, durante horas a la espera de que aparezca el funcionario que diga aunque sea dos palabras, de compromiso y con mal humor, pero que puedan quedar registradas en los grabadores y micrófonos puestos a punto como la mejor artillería.

Son los que meten los pies en el barro cuando entran a la villa, los que emergen entre el humo de las gomas quemadas de un piquete, los que llegan antes que la ambulancia al lugar donde ocurrió el peor accidente y los que corren minuto a minuto detrás de la noticia.

Parte importante del folclore informativo, hoy resulta imposible pensar un noticiero de radio o televisión sin la presencia de aquel que desde las calles hace su aporte sobre la realidad de último momento.

1- La calle
La mañana comienza a bordo de uno de los móviles de Radio 2. Apenas el vehículo se pone en marcha, el teléfono del cronista no para de sonar. Primero llaman los delegados gremiales de una concesionaria de automóviles que están por arrancar con una protesta, después las maestras de una escuela de discapacitados que está al borde de un remate, más tarde las productoras del programa que en ese momento está al aire y por último algún colega que no quiere perder el rastro de la primicia.

Aunque es el movilero el que a codazo limpio intenta marcar la huella de la información, son las productoras las que del otro lado del tubo funcionan como un ojo director: le dicen adónde debe ir, a quién tiene que buscar y hasta las formas de lo que tiene que decir.

Para cualquiera es insoportable escuchar dos teléfonos sonar en simultáneo: el particular del periodista y el que está destinado al movilero de turno. Sin embargo, eso parece ser el detalle menor de esta ardua tarea.

“Lo insoportable es todo esto”, dice Pablo Procopio, mientras señala el tránsito caótico del casco céntrico de la ciudad. “Es lo que más te agota y te estresa. Meterte en cada embotellamiento, tener que andar con cuidado y siempre escuchar un bocinazo”, añade Procopio.

 

2-El desayuno
Una vez que el móvil de prensa llega al centro hace una fugaz parada en alguno de los bares donde se divide la “patria movilera” de la ciudad para calentar los motores: tomar un café rápido que permita seguir trabajando.

No son pocos los cronistas que hacen desde la mesa de un bar la primera salida radial con un audio que en muchos casos fue grabado a última hora del día anterior. Cosa bastante justa tanto para el cronista como para el entrevistado que la mayoría de las veces está obligado a madrugar tanto como los trabajadores de la información.

Eso sí, los movileros que caen en esta práctica deben tener ciertos recaudos para que los oyentes y conductores no develen el lugar donde el cronista está emplazado. Es necesario estar lejos de las demás mesas desde las que alguien lo puede delatar al grito de: “Mozo, cobrame”. También, tienen que alejarse lo más posible de la máquina de café expreso que empieza a chiflar justo cuando el movilero arranca su salida al aire.

El desayuno casi siempre es más ligero que lo que uno pueda imaginar. Enseguida se ve interrumpido por el sonido de alguno de los dos teléfonos: alguien llama para transmitir alguna información o las productoras del otro lado ordenan enfilar para algún sitio.

“Te mandan siempre con la excusa de que hay alguien que está esperándonos en el lugar. Pero cada vez que llegamos tenemos que hacer el trabajo desde cero: hacer una observación de la situación, buscar a la gente y elegir a la persona más potable para salir al aire”, se queja el movilero de una FM.

3-La agenda
La jornada no parece deparar muchas sorpresas. Está previsto el lanzamiento de una actividad municipal que contará con la presencia del intendente Miguel Lifschitz lo que asegura la reunión de todos los movileros, la marcha de los docentes provinciales en medio de una tensa jornada de paro, un remate, un congreso de psicología y el ya mencionado reclamo de los trabajadores automotrices.

“Por momentos se hace aburrido todo esto”, se sincera una movilera con varios años caminando las calles de Rosario. “Siempre pasan las mismas cosas, nada cambia. Tal es así, que si uno utiliza el audio de una protesta docente o de un reclamo de trabajadores del Estado de hace un año nadie se daría cuenta porque no hay diferencias”, advierte la cronista.

Sin embargo, la agenda puede cambiar de un momento a otro. Y el móvil tiene que desviarse de su recorrido, con el aditamento de que la información tiene que estar colectada con un interlocutor en pocos minutos


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¿Pero qué pasa cuando los movileros sienten no tener nada? No tener una noticia para los cronistas de la calle es lo más parecido a sufrir inanición. Es que con sólo moverse reflejan el hambre de información que le sale de las entrañas.

“El desafío justamente es no tener una agenda, para que aparezca la producción de una nota o bien el seguimiento de un tema que fue noticia hace una semana y del que ya nadie habla. Esa es la vuelta de tuerca que a pesar de estar en el móvil uno no debe perder”, reflexiona la cronista de un canal de cable local.

4-La gente

Cara visible del medio que representan, los movileros son el contacto directo con la comunidad. Desde que el móvil estaciona en cualquier esquina de la ciudad no pasa mucho tiempo hasta que la gente se empieza a arremolinar a su lado.

“Basta que el móvil se detenga para que las personas se acerquen y te cuenten sus dificultades y problemas. Con la idea de que uno los pueda ayudar traen información. No siempre, pero a veces detrás de ese testimonio hay una noticia que puede ser contada”, cuenta Ariel Borderi, cronista de Radio 2.

Pero no todo es pan y rosas para los periodistas callejeros que también se convierten en carne de cañón. “Nunca falta aquel que te agrede porque alguien del medio para el que uno trabaja opinó tal o cual cosa”, señaló el movilero de un canal de televisión de aire.

Entonces, si un impoderable de ese estilo surge en medio de la rutina cotidiana, a los movileros no les queda otra que correr para esquivar el zarpazo. Total para eso sí que están entrenados.