Rosario no es la excepción. Según los especialistas, el panorama es preocupante. “En los últimos tres meses –cuenta Víctor Schvartz, coordinador del Área Alimentación Saludable de
“Otra característica para destacar –señala Schvartz– es que es común que las niñas con trastornos alimentarios vengan acompañadas por sus madres, que también padecen alguna de estas enfermedades, de manera que el problema tiene raigambre familiar, no sólo social”.
Las jóvenes llegan a veces en estado de avanzada desnutrición o descompensadas por deshidratación. Entre las de menor edad predomina la anorexia (etimológicamente: "sin hambre o sin deseo", enfermedad mental por lo cual la paciente tiene una imagen distorsionada del propio cuerpo (dismorfofobia) y se ve a sí misma gorda). En tanto, entre las pacientes mayores predominan los casos de bulimia (la palabra bulimia proviene del griego y significa "mucha hambre").
Las clases sociales a las que pertenecen quienes padecen estos trastornos son variadas, pero “hay que aclarar –dice Schvartz– que acá no hablamos de los casos de mala alimentación por falta de recursos económicos. Las causas del déficit alimentario son otras, de índole psicológica y psiquiátrica".
Otro tema que preocupa, vinculado a este fenómeno, es lo difícil que resulta conseguir que las obras sociales cubran en Rosario los tratamientos para estas enfermedades, que son cada vez más frecuentes. Si bien se hacen cargo de la consulta, no cubren los tratamientos posteriores que implican la participación de profesionales de diferentes disciplinas.