Los meteorólogos dicen que los habitantes de la pampa húmeda deben empezar a acostumbrarse a un cambio climático cada vez más brusco caracterizado por temperaturas casi tropicales, grandes amplitudes térmicas entre máximas y mínimas, modificaciones sustanciales en los cursos de agua y cambios importantes en los ciclos vegetales y animales.

“Durante mucho tiempo vimos lo que sucedía en otras partes del mundo con cierta pasividad", asegura el ingeniero Eliseo Popolizio, doctor en Geografía, especialista en cambio climático, a Rosario3.com. "Tsunamis, terremotos, huracanes y toda suerte de fenómenos que comenzaron a producirse de forma esporádica, en otras partes del mundo, y tarde o temprano, los cambios llegarían también a la Argentina”, explica el experto.

Según los científicos, los eventos como el ocurrido sobre Rosario y zona aledaña el 15 de noviembre último, pedrea incluida, serán cada vez más frecuentes y habrá que empezar lo antes posible a tomar recaudos para evitar las catástrofes o al menos mitigar sus consecuencias.

En medio de la crisis, cuando el agua del río crece y las lluvias no cesan, la urgencia está apuntada a socorrer a los damnificados y evacuar a quienes queden sin vivienda, pero una vez que el agua se ha escurrido, la tarea no es menor. Encarar las obras en puentes, muelles, calles y viviendas demanda no sólo una importante inversión, sino también mucho trabajo.

Una de las consecuencias más devastadoras de la inundación es a nivel del suelo cuyos recursos productivos se ven afectados de manera directa. En un suelo inundado durante días o meses, el aire es reemplazado por el agua evitando toda posibilidad de provisión de oxígeno y afectado la actividad biológica, los cultivos y el mismo suelo.

Si el agua acumulada no tiene demasiadas sales, la descomposición incompleta de los residuos orgánicos y el lavado de nutrientes en profundidad, lo vuelven más ácido. Todas estas modificaciones producen también, importantes pérdidas de fertilidad, por eso, tras el diagnóstico, todas las prácticas aconsejables giran en torno a la generación de una nueva cobertura del suelo.

Pero el agua también deja su huella sobre todo lo plantado y edificado: desde manchas y vestigios de humedad en techos y paredes, hasta peligro de derrumbe y necesidad imperiosa de renovar el sistema eléctrico, una vez que todo se ha secado.

En la última sesión, en Concejo deliberante aprobó a pedido del Ejecutivo, una partida especial de dos millones de pesos para hacer frente a los gastos que el fenómeno meteorológico generó: en primer lugar la atención de los evacuados y luego las reparaciones de calles y espacios públicos que sufrieron la presión implacable del agua.

Y también quedarán por resolver numerosos inconvenientes en las viviendas particulares, además de la reposición de mobiliario y otros efectos básicos que muchos evacuados debieron dejar en el apuro por escapar de la inundación.

Si el pronóstico de los meteorólogos es certero y estos fenómenos se vuelven más frecuentes de lo que deseamos, además de reparar y reponer lo dañado por el agua, tal vez sea necesario pensar en fortalecer las viviendas situadas en las zonas críticas y reubicar algunos asentamientos hoy instalados en zonas demasiado bajas, no aptas para urbanización.