“En la medida en que se controle la cantidad de tiempo que los chicos pasan frente a la tv y la calidad de los programas que miran, la tele no tiene por qué afectar de manera negativa” afirma la psicopedagoga Gabriela Lima y abre el debate sobre el rol educador de la tv, el lugar del estado y el control familiar en torno a esta temática.

Según una encuesta solicitada a la Universidad de Lomas de Zamora por el Comfer para el 2008, en la zona metropolitana el 60 por ciento de los chicos pasa más de tres horas diarias mirando TV, y el 70 por ciento de los adultos no cree que la pantalla chica aporte en la educación de sus hijos.

La preocupación sobre los contenidos de los programas no es menor ni pasajera: mal que les pese a unos cuantos, la mayoría de los niños maneja el control remoto en su hogar y elige sintonizar las novelas teen, las series del prime time y acceden con frecuencia a los bailes e imitaciones, un menú televisivo que no repara en explicaciones didácticas, contenidos acordes para la infancia, e incluso muchos de ellos se transmiten en horario de protección al menor. Controlar, permitir, educar, acompañar, ocupar el lugar de padres. Acciones que presentan dilemas y abren debates.

La socióloga Susana Velleggia, especialista en televisión educativa, tiene una mirada sumamente crítica hacia los programas que ven los más chicos: “La televisión siempre educa a las personas en materia de valores, prácticas o hábitos, y hay algunos programas que ‘educan’ pero en un sentido directamente opuesto al que pretende la escuela”, apunta la presidenta de la Asociación Nueva Mirada, que trabaja en el desarrollo de contenidos audiovisuales para niños.

Y el cuestionamiento toma forma de demanda cultural cuando se plantea el lugar en que la tele ubica a los chicos. “Pareciera que está desapareciendo el concepto de infancia, que ser adulto o niño es lo mismo, y en ese sentido, los chicos se han vuelto objetos y sujetos de consumo”, señala Smibiansky, en consonancia con la visión de Velleggia, que ha iniciado una exhortación al Comfer para que intervenga en algunos envíos televisivos: “La sexualización compulsiva de la TV propone a los niños como ‘objetivo para los adultos’ y eso es violencia simbólica y vulnera la Convención de los Derechos del Niño”. Ante la falta de indagaciones cualitativas y de contenidos de la tele en la Argentina, es pertinente citar estudios producidos en otros países. En España, una investigación arroja una relación estrecha entre la sexualización temprana que imprime la televisión y el adelantamiento del ingreso de los chicos en el mercado de ropa, cosméticos, accesorios y música. Creer, reventar o cambiar de canal.

Y al cambiar de canal, si la TV sintoniza el cable, pueden encontrarse con muñecos, viajes, ciencias y colores que se despliegan en la producción de Paka Paka, el segmento infantil de la señal Encuentro, perteneciente al Ministerio de Educación. “Nosotros trabajamos sobre la base de una serie de principios en donde caracterizamos a los chicos como seres pensantes, inteligentes, que les interesan muchas cosas. Les proponemos mirar, ver y aprender en el mejor de los casos”, cuenta Miguel Rur, productor general del envío infantil. Ignacio Hernaiz, director del canal, remarca que “los niños y los jóvenes siempre son objeto de debate por su educación, su participación en las sociedades, sus acciones responsables o delictivas, sus pensamientos y los valores que los impulsan. Y en muchas de esas ocasiones son mirados desde un lugar de prejuicio y sobrestimación, desconociendo por completo la realidad que los envuelve. Nuestro objetivo es modificar esa mirada y cambiar el lugar de ‘objeto’ cautivo que ciertos estratos quieren imponer”.

Rur no se abstiene de participar en el debate sobre lo que produce la pantalla chica: “La TV es, en general, un comercio y los programas están para justificar la publicidad. El espacio que quiere vender cosas es incompatible con la educación y el libre pensamiento”, concluye.

El ensayista italiano Umberto Eco divide a la humanidad entre “apocalípticos e integrados”; los que ven a los medios masivos como la “anticultura”, frente a los que sienten que estos son una “magnífica generalización de la cultura”. Ni apagar la tele para siempre ni mantenerla prendida todo el día parecen respuestas convenientes. Por lo que la pantalla brinda y lo que hay fuera de ella, unos y otros deberán saber que de cualquier manera se están perdiendo de algo.

 Fuente: Veintitres