Por prescripción médica, por recomendación de un amigo o porque es lo primero que se recuerda a la hora de ir a la farmacia a comprar un analgésico, la droga de ibuprofeno sola, en sus diferentes versiones, rompe todos los records, y las cifras de ventas dan cuenta del fenómeno. Según la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), en 2017 se vendieron unas 34 millones de cajas de ibuprofeno en el país. La provincia de Santa Fe y la ciudad de Rosario no están al margen.

Según explicó a Rosario3.com, el presidente del Colegio de Farmacéuticos de la provincia de Santa Fe, Segunda Circunscripción, Cándido Santa Cruz, “el ibuprofeno es el analgésico por excelencia, el más utilizado, porque es efectivo. No es gastro agresivo, no provoca acidez (como la aspirina) y carece de efectos colaterales en el organismo, que sí tiene, por ejemplo, el paracetamol (toxicidad hepática)”. Y como si todos estos factores no fuesen suficientes, se suma el hecho de que “está de moda”.

Pero no sólo se trata de una percepción; las cifras dan cuenta de los elevados niveles de consumo. Según los datos correspondientes a los últimos cinco años (2013-2017), suministrados por la Confederación Farmacéutica Argentina a Rosario3.com, en 2015 la venta de fármacos que contienen la droga ibuprofeno sola (es decir no asociada a ningún principio activo), tanto con receta como de venta libre, creció casi un 25%. Se vendieron 37 millones de unidades (cajas). Y aunque en los últimos dos años de los que se tienen registros completos –2016 y 2017– el consumo se retrajo, la cantidad vendida en 2017 no deja de llamar la atención: 33.768.604 envases.

Esos mismos datos demuestran que el 40 por ciento del ibuprofeno se compra sin receta, por lo que, probablemente, en muchos casos su consumo sea innecesario. También evidencian un crecimiento sostenido de la venta de las diferentes marcas de ibuprofeno con receta, desde 2013 hasta 2017; mientras que en las marcas de venta libre se observa una disminución en las ventas de 2014, respecto de 2013; posteriormente, un fuerte crecimiento en 2015 (41% respecto del año anterior) y desde entonces hasta 2017, inclusive, una paulatina retracción.

Si bien el Colegio de Farmacéuticos de Santa Fe no registra datos de la venta del analgésico dentro del territorio provincial, las autoridades señalan que “el consumo de medicamentos (en general) en Santa Fe representa entre el 10 y el 12 por ciento del total consumido en el país".

En relación con el consumo del ibuprofeno en particular, la versión más vendida es la de 600 miligramos y seguida muy de cerca por la de 400 miligramos. La de 800 miligramos se vende muy poco.

El 40% del ibuprofeno se compra sin receta, aunque creció la venta con receta, en los últimos cinco años.

Este analgésico está dentro de un grupo de contaminantes denominados emergentes: una serie de productos de uso cotidiano, como son los de limpieza, perfumería y medicamentos, cuyas formulaciones químicas o su combinación con otras sustancias provocan daños sobre el medio ambiente

El ibuprofeno y sus daños colaterales al medio ambiente

Una investigación de la Universidad Nacional de Luján (UNLu) analizó distintas mutaciones en la fauna acuática que habita en los cursos de agua contaminados con esa droga.

Los investigadores Gabriel de Diego, Juan Pablo Ferro,
Ayelén González Núñez y Bettina Eissa, de la UNLu.
 

Tal como lo explicó en diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2), la doctora Bettina Eissa, que trabaja en el Programama de Ecofisiología Aplicada, perteneciente al Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable (Inedes) de esa Universidad, “el organismo humano sólo metaboliza una pequeña parte de la droga consumida, mientras que el resto es expulsado y va a parar a los desagües y aguas superficiales provocando notorios efectos colaterales.

Si bien el ibuprofeno no es el más tóxico de los compuestos que terminan siendo vertidos a las aguas, al tener niveles de consumo tan altos, sus efectos en la fauna acuática ya son visibles. De allí, que los investigadores se hayan focalizado en dicho fármaco.

“Según lo observado en nuestros estudios –plantea la investigadora de la UNLu– estos desechos afectan la capacidad de natación de algunas especies y, en consecuencia, su capacidad de trasladarse, alimentarse y reproducirse”.