Ricardo Robins (ricardorobins@rosario3.com)

El año que se va estuvo marcado de principio a fin por hechos criminales que pusieron en evidencia la existencia de bandas organizadas que funcionan y, en algunos casos, dominan las calles de la ciudad. Pero este 2013 no puede entenderse sin 2012. Fue una continuidad, una eclosión bianual. Los asesinatos ordenados por bandas que se disputan el negocio de la droga y cuentan con complicidad policial de este año tuvieron un antecedente: el triple crimen de Villa Moreno mostró esa misma trama. En paralelo, la primera detención y desplazamiento del ex jefe policial Hugo Tognoli a fines de 2012, también asociado al tráfico de estupefacientes, precedió a la caída de muchos otros uniformados –jerárquicos más de uno– involucrados en las principales causas de estos doce meses: Los Monos, Delfín Zacarías y el atentado al gobernador Antonio Bonfatti.

El rol de la fuerza quedó en el centro del problema: debía ser el arma del poder político en la lucha antinarco pero surgió con claridad que estaba en los dos bandos.

¿Cómo fue la cadena de sucesos que cambió a Rosario este año? ¿Cambió Rosario? ¿Hubo un desencadenante que modificó el escenario o lo que mutó fue la forma de abordar algo que ya existía? ¿Se puede seguir hablando de "complicidad" policial o la fuerza es parte indisoluble de las mafias? ¿Cómo sigue la escalada de balaceras que tocó las puertas del gobernador?

El proceso

La sangre no dio tregua. El asesinato de la militante barrial Mercedes Delgado en Ludueña, la balacera contra integrantes del Movimiento Evita en Nuevo Alberdi y el crimen de Maximiliano Rodríguez, hijo del Quemado, en Pellegrini y Corrientes, cambiaron la agenda de las vacaciones de verano. En marzo fue detenido por segunda vez y procesado el ex jefe Tognoli y también Carlos Ascaíni, supuesto narco del sur provincial. Un incendio intencional en la Alcaidía de la Jefatura dejó en abril tres presos muertos y se lo vinculó a un operativo realizado en la "narcochacra" de Alvear.

La lista siguió en mayo con el homicidio de Claudio Pájaro Cantero, líder de Los Monos, y las venganzas posteriores: fueron cinco muertos en tres ataques durante 72 horas. La "mayor cocina" de drogas del país se desbarató en Funes y cayó el clan de Delfín Zacarías, en septiembre. La noche del 11 de octubre el atentado a la casa del gobernador generó un alerta en todo el espectro político que aún no cesa. Alarma que volvió a sonar con los saqueos, vinculados a las bandas narcos por los propios funcionarios, y la enrarecida protesta policial de diciembre.

Antes del cierre del año, este domingo 29 a la madrugada fue acribillado Luis Medina, un empresario al que se lo vinculaba con el narcotráfico aunque no tenía condenas por ese delito. Medina fue nombrado después del ataque a Bonfatti por un mensaje de texto que lo incriminó. También lo involucró una denuncia anónima sobre el control de la droga en zona norte. Los investigadores lo seguían de cerca pero afirmaban que el hombre había dado "un salto" dentro del negocio y por eso sería difícil atraparlo con las manos en la masa, como le ocurrió a Zacarías. Había invertido, por ejemplo, en la franquicia local de Esperanto.

Si bien hay tantos análisis del año como miradas posibles, hay algunos puntos en común entre quienes siguen de cerca las principales causas y fueron consultados por Rosario3.com: los periodistas Hernán Lascano (La Capital), Germán de los Santos (Cruz del Sur), Silvina Tamous (El Ciudadano/Feos, Sucios y Malos) y Sergio Naymark (La Capital/Feos, Sucios y Malos).

Dicen ellos: no hubo este año un estallido, sino que existió un proceso. Los Monos no nacieron este año, ni siquiera esta década: controlan la zona sur de la ciudad desde el inicio del milenio, cuando las crónicas policiales daban cuenta de los muertos que dejaba la guerra con la banda rival, Los Garompas. Segundo punto de acuerdo: los grupos pudieron crecer, conquistar territorios, establecer lazos con todas las fuerzas de seguridad, en especial la Policía provincial, porque hubo al menos ineficacia en los controles del poder político y judicial. Tercera clave: el récord de homicidios registrados en 2013, superaron los 250 en el departamento Rosario, no se explica por la narcocriminalidad, la espiral de violencia social tiene otros condimentos sociales.

Más allá de los orígenes históricos del narcotráfico y de las bandas que actúan en la ciudad, los principales hechos registrados este año no pueden entenderse sin revisitar 2012. El crimen de Claudio Cantero, líder de Los Monos, en mayo pasado, y las venganzas ocurridas en las siguientes 48 horas, más la reciente del ladero del Pájaro Lisandro Mena, son la continuación de la causa que ya se había inicado por Martín Fantasma Paz, acribillado en septiembre de 2012. 

La megainvestigación que lleva adelante el juez de Instrucción Juan Carlos Vienna bajo la caratula "homicidio y asociación ilícita" incluyó este año decenas de allanamientos y secuestros de droga y bienes. Éste último punto en particular –se encontraron autos, casas y hasta lanchas– generó impacto mediático. También la cantidad de policías detenidos (doce, seis de ellos seguían hasta esta semana detenidos o con arresto domiciliario). A eso se sumaron las fotos junto a reconocidos barras de la ciudad (de Newell´s y de Central). En el siguiente cuadro se pueden repasar las principales noticias publicadas en Rosario3.com.

El mismo puente "bianual" puede trazarse entre la detención del ex jefe de la Policía de Santa Fe y la de otros comisarios, incluso pertenecientes a la Secretaría de Delitos Complejos, creada para perseguir las mafias.

Cuando las cabezas caen (en las bandas, en la Policía), el "equilibrio" del mercado se pone en riesgo y la inestabilidad genera violencia en el mundo narco. Esa es para Hernán Lascano una de las claves para enteder qué pasó este año: "Puede no haber violencia porque está regulada la venta y no porque ésta no exista".

El criminólogo y ex funcionario del Ministerio de Seguridad provincial Enrique Font,amplió el concepto de "inestabilidad". "El mercado de las drogas pasó de estar controlado por un grupo reducido a ser profundamente extendido. La Policía conocía y gerenciaba a los cinco que movían la cocaína y hoy son 15, 20 ó 30 y es más difícil de manejar. Hay más sustancia, más puntos de venta y más consumidores", afirmó en diálogo con Rosario3.com.

El bosque tras el triple crimen

La idea del biaño vuelve a surgir en dos hechos que sacudieron a la ciudad: el triple crimen de Villa Moreno en el Año nuevo 2012 y el asesinato de Maximiliano Quemadito Rodríguez en febrero de este año. La balacera que terminó con la vida de los militantes sociales Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez fue la derivación de una pelea entre bandas que incluyó a Rodríguez y a su padre, Sergio, el Quemado, uno de los cinco procesados por ese caso.

Un año después, tras el crimen del Quemadito en Corrientes y Pellegrini, Eduardo Trasante, padre de Jeremías, resumió el peso que tuvo en la ciudad la causa de Villa Moreno. “El homicidio de los chicos es un árbol detrás del cual hay un gran bosque que hasta ahora estaba oculto”, dijo.

No exageró: esa investigación determinó que bandas narcos, ligadas además a disputas de barras, se peleaban por el territorio y mataron por error a los militantes. Además, tres policías están procesados e irán a juicio por complicidad con la banda del Quemado y buscar tapar el hecho.

A su vez, por otro ataque contra el Quemadito fue detenido el jefe de la barra brava de Newell´s, Diego Panadero Ochoa, en agosto pasado.

Mucho de ese esquema narco-barras-policías, que se hizo visible en gran parte al trabajo de militancia que hicieron desde el Movimiento 26 de Junio, se replicó este año en el resto de la causas narcocriminales.

Controlar es manejar

Las denuncias sobre la existencia de cajas negras que maneja la fuerza policial cuya recaudación sube desde las comisarías hasta las jefaturas tienen ya varias décadas en la ciudad. La Policía debería controlar las economías ilegales pero distintas investigaciones judiciales indican que en lugar de eso participan de ellas o las manejan.

Cuando el poder político relanzó el combate contra el narcotráfico, con la asunción de Raúl Lamberto en el Ministerio de Seguridad y la creación de la Secretaría de Delitos Complejos, encaró una doble batalla, quizás sin ser conciente. El objetivo fue dejar de perseguir los eslabones más bajos de la cadena narco e ir por las cabezas. "Cambiar el chip de la fuerza. No desbaratar el búnker apenas se lo conoce, investigarlo, ir por los eslabones superiores y reunir las pruebas para que la causa sea sólida", definió la titular del área específica, Ana Viglione. Pero se topó con la propia fuerza que debería utilizar para ese fin. El gobierno fue a la guerra con armas que le sembró el enemigo.

Se dijo, se dice aún, que en una fuerza de 18 mil hombres puede haber uniformados ligados al delito, pero que no toda la institución es corrupta. El biaño plantea serias dificultades para sostener ese argumento. Además de la causa contra el ex jefe Tognoli, la Justicia encontró pruebas para vincular a doce policías provinciales en la causa Los Monos. Tres uniformados están procesados por el caso del triple crimen de Villa Moreno. También en la caso Delfín Zacarías asomó la pata policial. Los caídos no son meros agentes: hay jefes de unidades y hasta integrantes de la Secretaría de Delitos Complejos, la sección creada hace un año.

La investigación por el ataque a la casa del gobernador se dirige en la misma dirección. Se pasó de las hipótesis que señalaban como ideólogos a bandas narcos a una interna policial, después de las últimas detenciones de uniformados.

Solo la Tropa de Operaciones Especiales (TOE) parece diferenciarse y generara confianza a la hora de encarar operativos delicados.

"Cocinando con mamá"

En ese sentido, Germán de los Santos aporta una reflexión sobre el rol de las escuchas en las causas judiciales, tanto de Los Monos como Zacarías. "Desconfianza", es la clave. Los jueces y fiscales se valen de elementos "objetivos" como intervenir teléfonos ante la complicidad manifiesta de los encargados de investigar. De esa herramienta surgen datos importantes y otros que dan cuenta de cierta intimidad de las mafias, incluso de operaciones de prensa.

Reconocer la enfermedad

Silvina Tamous y Sergio Naymark, conductores del programa de Radio Universidad "Feos, Sucios y Malos", coinciden en parte. No creen que las causas en base a escuchas puedan generar condenas pero sí destacan que la corrupción policial está "enraizada" y sin una política de seguridad adecuada es imposible pensar en una intervención real.

"Hubo desmanejo de la Policía del gobierno socialista y eso armó un descontrol total. El narcotráfico es un negocio millonario capaz de sobornar a cualquiera y tiene sectores de la fuerza habilitando kioscos de droga", afirmó Tamous.

"La Policía es una fuerza verticalista y el negocio del que forma parte también lo es. En tanto el gobierno no lo corte de raíz, el escalamiento de la recaudación ilegal va a seguir funcionando. Decir que no hay cajas negras es seguir generando el problema; reconozcámoslo como a cualquier enfermedad para tratarla", agregó Naymark.

"Si dependés de la información de la Policía para actuar estás jodido, no tenés elementos básicos para hacer un diagnóstico de lo que ocurre. Yo soy pesimista y no veo grandes cambios pero sería positivo una intervención fuerte del Estado en los barrios", señaló Font. "¿Cómo sigue? Depende de la vocación de persecución conjunta de los Estados", añadió Lascano.

El año en que el gobierno dio la lucha antinarco con armas del enemigo culmina con nuevos interrogantes. ¿Las causas judiciales podrán traducirse en condenas? ¿El trabajo conjunto de provincia y Nación se profundizará o naufragará en mezquindades políticas? ¿El gobierno podrá avanzar en el control real de la fuerza o la rebelión de diciembre marcó un retroceso decisivo? ¿Se afianzará la batalla contra las mafias narco policiales?, ¿habrá sido 2013 un año bisagra en ese sentido?, la historia reciente invita a pedir que así sea. No parece, sin embargo, una tarea sencilla.