Por Lalo Falcioni

La inolvidable experiencia rosarina del rally Dakar llegó a su fin. Si bien la adrenalina de la competencia recién está por comenzar, este domingo la ciudad despidió a los vehículos, a los pilotos y a todo el impresionante despliegue que rodea a esta carrera, la más importante del planeta. Y lo hizo con mucho afecto; ese que pudo palparse en el recorrido de las imponentes máquinas desde las orillas del Paraná, pasando por avenida Pellegrini y saliendo hacia la autopista que señaló la puerta de ingreso a la aventura.

Metamorfosis de las avenidas

Cerca de las 5 de la madrugada de este domingo comenzaron a salir los cuatriciclos desde el parque cerrado, en la zona de los galpones del parque Nacional de la Bandera. A esa hora no fueron muchos los fanáticos que se acercaron a la zona del Monumento para saludar a los corredores, pero el atípico movimiento empezó a notarse en Pellegrini, donde muchos jóvenes salían de bares y boliches y aprovecharon para registrar el desfile con sus teléfonos celulares.

Minutos antes de las 6 de la mañana, en el instante más romántico del amanecer, se dio uno de los momentos de mayor griterío: fue cuando pasó en su poderoso quad el campeón argentino del Dakar, Marcos Patronelli.

La gente continuó arribando al punto de la largada oficial del Dakar 2014, como si se hubieran quedado con ganas de más después del histórico sábado que había vivido la ciudad. Llegó el turno de las motos y los fanáticos y curiosos al costado del vallado ya se contaban por miles.

El español Marc Coma, el chileno Francisco “Chaleco” López, el francés Cyril Després y el argentino Javier Pizzolito recibieron palmadas en sus cascos cada vez que detuvieron sus marchas entre la gente. Bastó que uno se animara para que todos se animaran al contacto con las figuras del Dakar sobre dos ruedas.

“¡Papá, ahí viene Robby!”

Si avenida Belgrano fue algo digno de ver, Pellegrini directamente fue una fiesta. Cientos y cientos de rosarinos se volcaron a la avenida, en toda su extensión, para decirles adiós a los pilotos y para tomarse las últimas fotografías con los vehículos. “Algunos son medio asquerosos, pero otros te saludan y te dan la mano por la ventanilla”, comentó una señora que miraba con otros ojos el desfile de los corredores, la mayoría de ellos calvos europeos concentrados desde el arranque en la travesía.

Pero más allá del comentario “chusma” de la señora, es cierto que muchos pilotos dejaban ver su asombro cuando debían detener sus motores por la luz roja del semáforo y extendían sus brazos para saludar a la gente.

Muchos reconocieron al multicampeón francés Stéphane Peterhansel y se avalanzaron sobre su Mini en Pellegrini y Mitre. El simpático qatarí Nasser Al Attiyah también fue uno de los más reconocidos. Los participantes argentinos, y sobre todos los rosarinos, se llevaron los mejores deseos de “suerte”, mientras se agitaban banderas celestes y blancas.

“¡Ahí viene Robby Gordon! ¡Ese es el ídolo nuestro papi!”, le dijo un pibe de unos 12 años con emoción a su papá, que a la vez estaba más maravillado que su hijo.

Elefantes multicolores

El paso de los camiones, entre las 8.45 y las 10.30 de la mañana, fue comparable al desfile de grandes elefantes por el centro de una ciudad. Los bocinazos ensordecedores, cada uno con sonoridad diferente, levantaron a los aficionados y enloquecieron a los chicos.

Cerca de las 11 los motores dejaron de escucharse en las calles rosarinas y los hoteles se vaciaron de mecánicos, técnicos y asistentes. Los vehículos salieron hacia la autopista a Córdoba, donde también los esperaba una multitud a la vera de la cinta asfáltica para saludarlos y darles ánimo. Así terminaron las formalidades de la carrera y empezó el primer tramo de enlace hacia la travesía que terminará el 18 de enero en Valparaíso.

Fueron seis días que quedarán marcados para siempre en la agenda de la ciudad, sin dudas en el podio de los eventos más importantes y populares de toda su historia.