Javier Cigno/Opinión 

El 1-3 ante Douglas fue otra durísima derrota para Central. No por el resultado en sí mismo, que enmarcado en el tan parejo fútbol argentino actual no es descabellado, sino más bien porque esa derrota hunde casi estrepitosamente a un equipo que parece nunca tocar fondo.

Y hay demasiadas aristas para explicar esta auténtica debacle futbolística de uno de los grandes del interior del país. Haciendo historia, mirando el presente pero ojeando el pasado, pueden encontrarse los porqués de una situación inimaginable algunos años atrás. Recapitulando:

- La pésima gestión de Jorge Sauan, que dejó al club casi en bancarrota, administrando mal los recursos del club e hipotecando el futuro

- La aun peor gestión de Scarabino, que no solo hizo desatinos económicos sino que además dejó la entidad en acefalía

- Como si fuera posible, la todavía más funesta gestión de Usandizaga que dejó al club en bancarrota como Sauan, en acefalía como Scarabino y encima, descendido a la B Nacional

- La era Speciale, que no pudo corregir lo anterior y, por el contrario, lo agravó.

También se pueden mencionar como razones de esta estadía en la B los fracasos rotundos de varios técnicos con "cartel" como Alfaro, Merlo, Rivoira, Madelón o el propio Russo, que por ahora no le encuentra la vuelta al equipo pese a haber conformado un plantel a gusto y placer.

Y resulta imposible soslayar aquí a decenas y decenas de jugadores mediocres que en los últimos tiempos vistieron la auriazul (la lista de ellos sería interminable). Claro, aquí la culpa también es de quienes los traen

Los hinchas y socios tienen su cuota de responsabilidad, porque fueron ellos los que eligieron masivamente en las urnas a los directivos que manejaron al club, fueron ellos los que, en su mayoría, exigieron la salida del único técnico que en los últimos tiempos estuvo a la altura de las circunstancias (Pizzi, quien no cumplió el objetivo por el caprichoso azar) y fueron ellos los que insultaron a jugadores cuando el torneo llevaba tan solo 25 minutos de iniciado.

¿Hay con qué ilusionarse?

Entre las cosas positivas que pueden rescatarse, ayer apareció el pibe Coniglio y demostró, en sólo un partido, que está altamente capacitado para vestir la pesada 9 del equipo. Antes, algo similar había ocurrido con Bécker y con Nery Domínguez. Ellos, los pibes de la cantera, como históricamente ocurrió, deben ser el punto de partida de la resurrección canalla.

Eso no implica tirarlos a la cancha, atosigarlos con presiones y exigirles que cambien de un día para el otro la realidad de Central, ya que eso sería quemarlos y desperdiciar otra oportunidad. Hay que llevarlos de a poco, sin presiones y con paciencia.

Y basta de urgencias. Lo urgente nunca deja tiempo para lo importante, decía Mafalda, y por vivir tan urgido y apurado, Central está cada vez peor. Han sido muchos años de errores como para pretender y exigir que todo cambie radicalmente de la noche a la mañana. Y este mensaje es principalmente para los fieles y pasionales hinchas del club, a los que a veces los supera la locura y la irracionalidad.

Institucionalmente Central es grande, y potencial tiene. Será cuestión de que, de una vez por todas, quienes lo manejan y quienes de un modo u otro son parte del club, desde el lugar que les toque ocupar, dejen sus intereses de lado, controlen sus impulsos y decidan con inteligencia. Es Central el que lo necesita.