Un estudio desarrollado en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) demuestra que las políticas públicas destinadas a apoyar a los microemprendedores tienen una orientación que privilegia a quienes ingresaron al sector empujados por el desempleo, fueron menos innovadores y estuvieron localizados preferentemente en la ciudad de Córdoba.

El estudio de los especialistas de la Facultad de Ciencias Económicas de esa casa de estudio analiza la orientación de las políticas estatales hacia este sector y evalúa la probabilidad de que un emprendedor reciba o no dinero público en función de determinadas características, como motivación, formalidad/informalidad laboral, sexo y grado de innovación. El trabajo también mide cómo influyen algunas variables -nivel educativo, tiempo dedicado al trabajo y uso de capital propio, entre otros- en el desempeño de la miniempresa.

Para ello, se basaron en datos obtenidos al aplicar casi tres centenares de encuestas, tanto a microempresas de Córdoba capital como del interior provincial, durante el segundo semestre de 2007 y primero de 2008.

De acuerdo al perfil trazado, los microemprendedores varones, impulsados por el desempleo, que actúan en el sector formal de la economía y están localizados en la ciudad de Córdoba cuentan con las mayores probabilidades de ser destinatarios de las políticas públicas enfocadas en la promoción de estas iniciativas, lo que corrobora la orientación pro-pobre de las mismas.

Más precisamente, los resultados muestran que el rasgo determinante para recibir ayuda económica es el hecho de estar desocupado: este grupo tiene 2,5 veces más chances de ser beneficiario (contra 1) que un microemprendedor que se inició por otros motivos (vocación, experiencia, características personales, entre otras). En este sentido, Roberto Giuliodori, uno de los autores del estudio, opina que es un error alentar a las personas a convertirse en microemprendedores por el hecho de no tener trabajo. "Una microempresa debe ser pensada como una solución a largo plazo, sustentable en el tiempo y con perspectivas de crecimiento, y no como una simple salida coyuntural para resolver una situación transitoria de desocupación que podría ser afrontada con otras alternativas, como el subsidio al desempleo", plantea.

El estudio también halló que la condición de ser mujer y de desempeñarse en la economía informal (trabajo en negro) reduce significativamente (50 por ciento) la probabilidad de obtener ayuda a través las políticas públicas. Además comprobó que, paradójicamente, si el proyecto es innovador -es decir, propone un nuevo producto o servicio, técnica de producción, presentación o sistema alternativo de comercialización- tiene casi un 40 por ciento menos de posibilidades de recibir apoyo.

Para Héctor Gertel, coautor del trabajo, este tipo de iniciativa puede haber representado alguna solución durante la crisis de 2001, ayudando a paliar la pobreza, pero en el contexto actual debería replantearse su efectividad. "Ocho años después, y con tasas de crecimiento oficiales del 7 por ciento anual, se abre un interrogante: ¿hasta qué punto es necesario mantener ese tipo de políticas que surgieron en una situación angustiante?".

Fuente: Universidad Nacional de Córdoba