Con la edad, el aumento de peso y las enfermedades metabólicas, las paredes internas de las arterias grandes se vuelven cada vez más gruesas y menos elásticas, lo que en casos severos puede conducir a la aterosclerosis y a la hipertensión arterial.

Sin embargo, los análisis que se hacen sobre el estado de las arterias principales (las más grandes) cuando ya han surgido esas enfermedades o trastornos, pueden no ofrecer una imagen completa sobre cuándo comienza una enfermedad y cómo se desarrolla. Además, hay trabajos anteriores que han sugerido que las alteraciones estructurales en las paredes de las arterias pequeñas son la señal más sólida para pronosticar la aparición inminente de enfermedades cardiovasculares. Resulta pues evidente la importancia de identificar lo más temprano posible estos cambios.

Marie Billaud y sus colegas de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, en Charlottesville, Estados Unidos, comparó el estado de dos arterias de diferente tamaño: la carótida (grande) y la toracodorsal (pequeña) en dos grupos de ratones, uno que fue alimentado con una dieta rica en grasa durante seis semanas, y otro que era el grupo de control, alimentado con una dieta tradicional y más sana.

El equipo de investigación comprobó que se alteraron con rapidez ciertas propiedades de las arterias pequeñas, incluso después de sólo seis semanas de dieta rica en grasa. Específicamente, el estado de las arterias más pequeñas empeoró mucho en los ratones que tenían la dieta rica en grasa, mientras que no hubo cambio alguno en los mismos parámetros básicos (en esencia el grado de rigidez) en las arterias más grandes. Los investigadores también encontraron una acumulación de colágeno en las paredes de las arterias más pequeñas.

Estos y otros resultados sugieren que, en una etapa temprana de la obesidad, se alteran algunas propiedades de las arterias grandes y pequeñas, mientras que sólo se produce un aumento de la rigidez arterial en los vasos sanguíneos pequeños. Esto implica que los vasos sanguíneos pequeños resultan afectados antes, en comparación con las arterias grandes.

Esta circunstancia revela por tanto que el proceso que conduce a la hipertensión asociada a una dieta rica en calorías mantenida durante un largo tiempo es, en algunos aspectos, distinto de como se creía que era.

Fuente: Noticias de la Ciencia y la Tecnología