Como toda estrella, Luis Miguel se hizo esperar. El show arrancó una hora y media más tarde en el Hipódromo del parque Independencia. Pese a eso, las rosarinas fueron incondicionales y vibraron –sin rencores por la falta de puntualidad– con cada uno de los hits de sus treinta años de trayectoria.

Luis Miguel subió al escenario a las 22.48 con un traje negro impecable y deslumbró a un público de más de ocho mil personas compuesto en su mayoría por mujeres.

Señoras grandes, amas de casa, profesionales, empleadas de comercio, docentes, estudiantes y jóvenes treintañeras –que lo siguen desde los siete años– pero muy pocas adolescentes, formaban parte de un mar de hormonas donde se batían palmas y se pegaban grititos a la espera del astro mexicano. Los hombres, pocos muy pocos, no eran seguidores genuinos del cantante. Estaban ahí escoltando a sus compañeras.

"Mujer de fuego" fue el puntapie inicial de un recorrido por sus primeros discos, le siguieron "Suave" y "Si te vas", y recién cuando terminó de cantar "Nada es igual" saludó a las fans incondicionales que lo esperaron un largo rato con aplausos y gritos. "Buenas noches Rosario, ¿cómo están? Es un placer enorme estar con ustedes, ojalá la pasen bonito. Arriba ese ánimo. Les agradezco la paciencia y el cariño".

Después siguieron hits como "Contigo en la distancia", "La mentira" y "No sé tú", todas de su exitoso disco "Romance", que lo hizo saltar a la fama. A un encadenado de boleros se le colaron unos tangos en versión melódica: "Volver", "Por una cabeza" y "El día que me quieras". No faltó el popurrí para nostálgicas: "Tú y yo", "Decídete", "Entregáte" y "La incondicional".

Pese a que el mexicano tuvo una noche de pocas palabras no escatimó en simpatía. Con una sonrisa calcada regaló miradas y roce de manos a las chicas de la primera fila. Hubo lluvia de pétalos, rosas blancas, canciones de amor y toda una atmósfera de novela rosa que no hizo más que renovar la conquista de sus fieles seguidoras.