“Maldita boca” podría ser la expresión de alguien que padece de obesidad luego de un típico ataque de gula. También podría ser el dicho de alguien que se equivoca, y dice lo que no pensaba decir. Son dos posiciones muy distintas y vamos a ver qué las separa.
La “Boca Maldita” es un extraño y original sector en el centro de Curitiba (Brasil) donde personas de diferente calibre (artistas, filósofos, políticos, etc) se encuentran para hablar de distintos temas. Allí no hay restricciones de ninguna índole y uno, si es un caballero de la boca maldita, puede hablar de lo que le plazca. Es decir que la Boca Maldita es un espacio público, alrededor de bares y puestos de diario, donde cierto número de individuos se juntan a soltar la lengua. Es bien llamativo, y quizás usted comparta ésta apreciación, que cuando la lengua se suelta y queda libre, lo que sale de allí no son precisamente bendiciones. Cuando uno puede hablar sin que nadie lo juzgue, sin que haya barreras que le impidan hablar con soltura, lo que salen son maldiciones.
Es verdad lo que se piensa, hay un cierto disfrute en el mal-decir, en blasfemar, en despotricar. Pero ¿de qué lado queda el buen decir? ¿Cuándo se pasa del mal decir al buen decir?
Muchas veces el paciente con sobrepeso u obesidad nada sabe acerca de éste mal-decir, él llega a la consulta en una posición previa, lamentándose no de que su boca maldice, sino de que su boca le hace comer en demasía, o de que a su boca le gusta mucho lo que come: “Yo vengo acá porque me gusta comer, quizás debería coserme la boca”.
Cuando alguien hace un pedido de consulta a una institución que aborda la temática de la obesidad desde una perspectiva psíquica, es decir que sostiene que la obesidad es un síntoma y que detrás de ese síntoma hay un sentido oculto y una satisfacción sustitutiva, no hace un pedido inocente. Y ya el solo hecho de que se acepte al paciente, que se le diga “Adelante, usted va a ser atendido” genera un pequeño efecto terapéutico, porque se avala su pedido y con esto se realiza un doble movimiento, por un lado se aloja el malestar del paciente y por otro lado se comienza a tener en cuenta su deseo.
Pero los psicólogos estamos prevenidos de que ese pedido “Yo vengo a bajar de peso” esconde un grito más profundo y oscuro, un grito de ayuda sobre un malestar previo y que se viene sosteniendo en el tiempo.
Por eso es crucial que haya un pasaje de éste primer momento “Como porque me gusta comer” “Como porque la comida es rica” hacia un segundo momento donde el paciente comienza a ubicar que además de eso hay otras cosas que le molestan y mucho. Ese es un movimiento que lo arroja en el maldecir. Ahí es cuando comienza a percatarse de su posición “Nadie me tiene en cuenta” “Al final, como para no decirles todo lo que tendría que decirles” etc, donde lo que está presente es la dimensión “Como por culpa de alguien o de algo”.
Este segundo momento solo es posible cuando el paciente encuentra un espacio donde, como en Curitiba, es libre para decir lo que quiera decir sin ser juzgado, y sin tener que taparse la boca con comida.
Pero éste no es aún el paso decisivo para la puesta en juego de la resolución del conflicto. Es necesario que el paciente pase de maldecir y culpabilizar a la comida, al entorno, a su madre, al trabajo, a su esposa, a percatarse de que él es el responsable, que él está implicado en lo que le ocurre. Esto es lo que llamamos el pasaje al buen decir, porque como todo cambio sustancial es un hecho del lenguaje. Y el buen decir consiste en que el paciente pueda, paulatinamente, ir acercándose a enunciar lo que él desea.
Ps. Roy Jacob
Mat. 5105
[1] Inspirado en una conferencia de Jaques-Alain Miller publicada bajo el nombre “Introducción al método psicoanalítico”


