Por Rubén Chababo* El fútbol despierta pasiones, y cuando estas pasiones se manifiestan pueden hacerlo del mejor o del peor modo. Las pintadas aparecidas sobre las paredes del Colegio alemán acusando de nazis a los alemanes por el triunfo sobre el seleccionado argentino, habla por sobre todas las cosas de la imbecilidad y la ignorancia ideológica de quien o quienes escribieron la frase. Imbecilidad porque nada vincula a las generaciones presentes con aquellas que cometieron el genocidio y mucho menos con los estudiantes, docentes o directivos de ese colegio. El hecho de amar a Alemania, su lengua o su cultura no convierte a nadie en nazi. Pensar eso es de enanos mentales. Estas pintadas no hacen más que poner en evidencia la frustración que produce cualquier derrota y la necesidad de descargar esa frustración del modo que sea, pero en primer lugar pone en evidencia la estrechez mental y la imbecilidad de quienes pensaron que escribiendo lo que escribían estaban haciendo justicia con el seleccionado al que defendían. Hoy insultan a los alumnos y las autoridades del Goethe, mañana lo podrían hacer con el judío Pekerman o con el ruso Sorín. *Director del Museo de la Memoria y titular de la oficina municipal de Derechos Humanos