Siguiendo las leyes del mercado, sabemos que éstas se regulan de acuerdo a la oferta y la demanda. Pero sabemos también que la palabra mercado es una abstracción a que apelan los economistas, así como de manera más o menos similar hacen los políticos (con minúscula) cuando se refieren a “la gente”. Se supone que son los juegos de la Bolsa, de cuyas entrañas nace este nuevo dominador del Mundo. La población mayoritaria, no tiene noticias de su significado y suele mirar con asombro lo que pasa en esas enormes pizarras a través de la TV, viendo como todos pugnan por vender y comprar sin entender nada.

La inmensa mayoría de las poblaciones mundiales, alejadas de los “juguetes” de las pequeñas minorías dominantes, con mayorías accionarias, no saben de qué se trata. De repente el mercado se enoja y los formadores de precios, a su libre arbitrio, ante la desaparición o ineficacia del Estado (destruido desde los años 90), fomentada desde el mismo mercado a quien no le conviene la vigilancia o el control, suben los precios de aquellas cosas que manejan y/o hacen producir. Ya no existe en esta entelequia la posibilidad de que, quienes con la inversión de los ahorros logrados con gran esfuerzo en su edad productiva, puedan influir en los niveles de mando, donde todo ha quedado en mano de quienes son los “Gerentes” que dominan la productividad, su distribución, los precios, y las ganancias, donde el fin social de la producción es relegado a segundo o tercer lugar.

En el área de la Medicina, donde hace algunas décadas existía una FDA que hacía un control estricto sobre los medicamentos que salían al “mercado”, sus puestos dirigenciales, ya han caído en manos de las Multinacionales de los Laboratorios, que manejan y determinan sus comités, incluso los de Ética. Los auténticos investigadores científicos, por lo general no son apoyados y toda investigación, donde al mercado le interesa más la multiplicación de la inversión que una función social, sale de los propios laboratorios que sacan al “mercado”, productos farmacéuticos no del todo estudiados y que hayan seguido los rigurosos caminos de toda investigación científica. Cuando al cabo de un corto tiempo, las ganancias ya han sido cientos de millones de dólares, y aparece alguna queja por muertes que no se han explicado, muy poco les cuesta a las compañías retirar el “producto” e indemnizar a los dañados y hasta pagar algunos millones de dólares de multas.

En ese camino se le ha dado satisfacción al Maltusianismo y así disminuye la población planetaria y se evita la superpoblación. Alguna pequeña guerrita en diferentes focos y ya se establece el equilibrio entre nacimientos y defunciones, incluso dando lugar al “humanismo” de quienes reconstruyen lo destruido por las bombas y la metralla.

Por supuesto que la mayoría de estas pruebas se realizan en los países del Tercer Mundo y no en los del Primero, donde la Ética en la Investigación trata de mantenerse de manera más o menos aceptable. Hasta siguen el mismo proceso de deterioro Ético, las grandes revistas que eran una especie de Biblia para los Profesionales de la Salud.

Demás está decir que quienes manejan las corporaciones, carecen del conocimiento imprescindible para conocer y sentir en sus áreas afectivas, lo que significan las necesidades humanas. La falsa moral va ganando la batalla.

Los que tienen entradas o jubilaciones que por años no se han modificado, sufren el impacto. Disminuyen el consumo de nutrientes y aun de medicamentos, desmejorando su calidad de vida de manera progresiva. La vestimenta se deteriora pero no se remplaza, sino que los zurcidos inician sus tareas reparatorias. Las goteras de sus casas permiten el paso del agua de lluvia, que si bien es pura, deteriora el ambiente por la humedad, que hace muchas veces crujir las desvencijadas articulaciones de las personas muy añosas.

El empobrecimiento es progresivo y no se encuentra el camino. Se seguirá esperando el viejo prometido rebalsamiento del vaso de la abundancia de la producción.

Un pueblo compuesto según los mandatos de la economía de mercado, expulsadora de seres humanos mayoritariamente, y formadora de grandes consumistas minoritarios (el Homo consumens), no se atreve a enfrentar el problema, pues ha sido llevado a un estado de total desindividuación, que los inmoviliza en la acción. Se ha instalado la "obediencia debida" a las leyes del mercado. Se restringen a sí mismos, la posibilidad de ejercer el poder nacido del viejo lema de que, " la unión hace la fuerza".

Usando un poco de sentido crítico de la situación planteada por el poder financiero, tantas veces inhumano, determinante de la situación económica del pueblo, amén de otros factores que no viene al caso mencionar en este escrito, mediante la unión de este, haciendo crecer la individualidad aletargada en nuestro interior, que nos haga llegar a ser seres sociales, habría muy buenas medidas para tomar, antes que el monopolio sea total y no quede nada por hacer.

Tan sencillo resultaría contrarrestar esa enorme agresión a los menos pudientes, no comprando ningún solo producto de aquellos emporios que manejan con discrecionalidad los recursos del poder, promoviendo la pobreza creciente de las mayorías. Si nos quedamos solo apesadumbrados por la suba de la nafta de las compañías petroleras, o en todos los demás ramos, lo que traerá inflación de rebote, ella recaerá con nuevos déficits para la sobre vivencia de los más humildes, y seguiremos siendo un muy buen rebaño, que solo anda junto, pero no unido. No sirve echar las culpas a la obtención de un salario digno para quienes con su esfuerzo, producen todo lo que se consume.