Maricel Bargeri
“Me pienso una persona con una mirada musical un tanto promiscua: me encanta mezclar los estilos”. Quien lo dice es Paz Ferreyra, más conocida como Miss Bolivia. La cantante, DJ, productora y psicóloga cruza la cumbia, el rap y el reggae con perspectiva de género; un combo que estalla en el cuerpo. Para ella, el baile cumple una función sanadora que permite "apagar" la cabeza y "encender" el corazón.
La cantante se presenta pasada la medianoche de este sábado en Pugliese, Corrientes 1530, en el marco de la celebración que organiza el espacio por el día de la primavera. De la “fiesta fluorescente” también participan Dj lauphan y su Cachengue Cósmico.
“Voy a presentar un show bien bailable y dinámico, con los temas del nuevo disco (Miau) y del anterior, que tanto ha gustado”, completa Paz , en diálogo con Rosario3.com.
Miss Bolivia –nombre que Paz adoptó después de numerosos encuentros con la cultura del país vecino– fusiona la cumbia, el dancehall, el folklore, el rap y el reggae con letras que recorren el desencanto –“al final yo tenia razón, me decías mentiras mi amor” (Tomate el palo)–, la crítica desde el género –“practicas el amor como doma, y esa idea no aplica, lo entiendes? O te lo digo con rima?” (Loca)–, con una provocación transformadora–“vamos como guerreras, vamos como la fiera, tiro la data y que la escuchen los que quieran” (Alta yama)–.
—Si bien soplan vientos de cambio, ¿por qué hay tanto prejuicio todavía con las mujeres que hacen música y problematizan desde los géneros?
—Me parece que tenemos muy categorizada nuestra mente y nuestra forma de ver el mundo. Basta que una mujer se dedique a trabajar o a expresar su mirada en torno al género para que que la tilden de “lesbiana” o “feminista”. Pero creo que estamos acostumbrados a aplicarle etiquetas a las cosas. Me encanta que mi abuela hable de género, que otras mujeres lo hagan, y no por eso hay que presentarlas como absorbidas por categorías, que pueden estar o no, pero no es estrictamente necesario.
—¿La cumbia, el rap y el reggae tienen fronteras más flexibles que el rock a la hora de expresarse?
—Elegí esos tres estilos porque son ritmos populares y me invitan a mí a plasmar mis letras. Solitos se meten ahí, en el estilo de métrica que yo uso. También están relacionadas con la paleta de músicas que yo he escuchado en mi infancia y en mi adolescencia. Claro que pasé por el rock, por el punk. Creo que la bisagra fue Sumo. A partir de ahí empecé a escuchar un poco más los ritmos que ellos traían. Empecé a flashear con el mantra del reggae. Después vi que la cumbia tiene un mantra muy parecido al reggae, con el que casi podés meditar a la vez que bailar. Tengo una escucha muy ecléctica. Me pienso como una persona con una mirada musical un tanto promiscua porque me encanta mezclar los estilos.
—Además, misoginia hay en todas partes
—Creo que al día de hoy es momento de subir la persiana en vez de bajarla y empezar a toquetearnos un poco entre todos musicalmente. No puedo decir que el rock es misógino, pero sí puedo decir que hay una fuerte tendencia de cambio gracias a los artistas nuevos que está flexibilizando un poco eso (..) Nunca tuve que enfrentar ningún problema, me siento que estoy rodeada de gente que me quiere y me escucha. Somos pocas la mujeres que hacemos esto. Es como la ley de la escasez: cuando tenés poco de algo, lo cuidás.
—¿Quiénes están entre tus escuchas-referentes?
—Me encanta Atahualpa (Yupanqui). El folclore me acompañó siempre. También Totó La Momposita, la Mala Rodríguez, Los Ramones, la Velvet Underground, Nirvana, música de raíz latinoamericana, dub, reggae; tengo un abanico super plural.
—¿Cuánto influye la psicóloga en tus letras?
—Un montón. Creo que es la base de datos que cada uno tiene, es lo que después vas a volcar en la licuadora para pasarlo al registro del audio. Siento que en lo que hago estoy aplicando la psicología. Es una psicología más de corte comunitario, preventiva. Si vos te podés correr del lugar del ego –porque el micrófono es un lugar de mucho poder–, de ese lugar de ego, y verlo como un canal, se está sanando y previniendo.
—Si tuvieras que pensar en un “balance transitorio”, ¿qué dirías?
—Esto es lo que quería. Van casi ocho años desde que empecé y estoy satisfecha. Estoy en el camino. No se trata de subir, bajar o llegar, sí de cuestiones progresivas sino de estar en el camino de la transformación, de la sanación, de poder encontrar nuevos lugares donde poder poder expresar lo que nos pasa y, a su vez, esto de ritualizar el baile
—¿Cómo es eso de “ritualizar el baile”?
—Pienso que el baile es colectivo –y alargo esto de la sanación terapéutica–, ya sea en un club, en una fiesta o en el living. El baile colectivo tiene una eficacia muy sanadora entre las personas. En este tipo de ritual, lo que hacemos es apagar un poco la cabeza y encender un poco más el corazón.
—¿Cómo trabaja esa sanación en el cuerpo de la mujer donde todos opinan?
—Una forma de decir es a través del baile. La opinología está muy intoxicada de palabras difíciles y académicas; de índices y porcentajes. Hay que dejarse habitar el cuerpo y opinar a través del baile.


