En todos los momentos evolutivos de las sociedades, donde van apareciendo cosas nuevas, debemos proceder a clarificar los verdaderos significados de palabras que fueron usadas con sentidos inversos a su realidad, desnaturalizándolas, y que fueran adoptadas por el colectivo social como realidades incontrastables. Así le ha pasado a un término que es y sigue siendo considerado mala palabra, como la eutanasia, mal interpretada después de la 2º Guerra Mundial, atribuida a las prácticas realizadas en la Alemania nazi, por haberla tenido como práctica habitual, en aras de purificar la llamada “raza aria”, como si hubiera muchas razas y no una sola, como elemento vivo perteneciente a la especie Humana. En ese afán de perfeccionamiento soñado por un demente que tomó el poder, dicho proceso de “purificación” se inició con los propios alemanes que no respondían al patrón genético deseado por Hitler, en la operación Albatros, donde eran eliminados los mismos alemanes que fueran rengos, miopes, discapacitados, bajos, etc. Luego se siguió el mismo proceso con los eslavos, los judíos, los gitanos, los homosexuales etc. Se puso en juego la mala interpretación del Zaratustra Nietzscheano, que fue tomada como si hubiera hecho una referencia a su propio pueblo. Ignoraban los desvirtuadores de la filosofía de Nietzsche que se refería al ser Humano universal, cuando éste alcanzara la verdadera dimensión Humana, tras recorrer el largo y escarpado camino del crecimiento, por cierto nada fácil y pleno de dificultades. En base a ello, los nazis implementaron luego de su desvirtuación, la eugenesia para conformar una “raza perfecta”. Esta forma enferma de implementación, sería algo similar a lo planteado en la magnífica obra de Aldous Huxley, “Un mundo feliz”, donde se rompe toda posibilidad de enriquecimiento a partir de la reunificación de las cosas buenas nacidas de las diversidades, hecho este que aún requiere un largo camino para recorrer. Viene al caso la aclaración de los términos eutanasia y eugenesia, en estos momentos en que el Parlamento Argentino y en otros países del mundo, se está tratando de llegar a ese paso último de la vida que es la muerte, con el más alto grado de dignidad y como alguien ya lo dijera, “la muerte de la muerte es la única utopía no realizable”. Debemos preguntarnos que diferencia existe entre la dignidad de la muerte y la muerte normal o buena muerte, tal cual se define la eutanasia. También será justo no desnaturalizar el significado de la eugenesia, cuando su accionar conduzca, no al logro de una “raza superior”, sino solo, que con los adelantos científicos en continuo y rápido proceso, en los laboratorios de bioingeniería genética, se logre interferir en procesos del crecimiento desde la genética, para corregir enfermedades evitables por estos medios científicos, no excluyentes de ningún ser humano.
Cabe en este momento hacer una diferenciación entre el significado de la verdadera Ciencia, que inexorablemente debe estar al servicio de los seres humanos y la tecnocracia, que es capaz de crear elementos que atentan o destruyen la vida humana. Simples ejemplos son la energía atómica de uso médico, o como fuentes de energía con todas las precauciones disponibles, sin medir costos, y la fabricación de armas nucleares como método de persuasión para el dominio de pueblos y saqueos de sus riquezas, incluso con destrucción de sus culturas.
Bajo ningún punto de vista se podrá aceptar que tales correcciones en el desarrollo genético tengan la posibilidad de llevar implícitas conductas discriminativas, que excluyan a seres humanos.
La salida desde el Parlamento de la nueva Ley, permite cierto grado de regulación sobre los significados y las actitudes de los profesionales de la salud, que permitan arribar a una muerte digna, la cual merece en general ser aprobada, pero llama la atención el permanente intento de que no se confunda dicha muerte digna o buena muerte con la eutanasia. Crean de esta manera un planteo que pone a la eutanasia, que traducida desde el griego significa exactamente; eu=buena y tanatos= muerte, como significados contrapuestos con la dignidad de la muerte. Se sigue pensando que eutanasia significa matar. No se entra en la profundidad de hechos, que sí pueden ser lesivos para los pacientes terminales. Es necesario tener presente quienes son los que determinan la terminalidad de la vida, sin que intervengan en dicha determinación, personas interesadas en la terminación de la existencia, aunque esta tenga posibilidades de mantener la vida en condiciones en que los pacientes puedan disfrutar de sus últimos momentos. Por ello es de suma importancia la participación de los Comités de Bioética, quienes deberán determinar con sus consejos y el análisis de todos los estudios correspondientes en cada caso, en el contexto real de quien no tiene chances de sobrevivir, las posibilidades de prolongar la vida. Seguramente no serán sugeridas medidas extraordinarias de la tecnología, para prolongar agonías, sin perspectivas de prolongar dicha vida, que en última instancia es relación humana, mediante el hecho que se conoce como encarnizamiento terapéutico o distanasia. Esta acción puede estar presente por diferentes motivos, ajenos a la vida misma de dichos pacientes y que el Comité de Bioética deberá evaluar. Hemos visto durante los largos años vividos en la profesión, como intereses reñidos con la Bioética, han hecho prolongar agonías donde era imposible lograr la recuperación de enfermos terminales, así también como, a la inversa, dejar de luchar por la vida en pacientes que no rendían frutos económicos a las Instituciones, cuando todavía existían posibilidades de relaciones humanas entre los enfermos y sus familiares, que permitieran disfrutar los momentos finales.
Cuando los pacientes, en pleno uso de sus facultades hayan planteado que no se le hagan procedimientos que para ellos transformarían su muerte en indigna, su voluntad debe ser respetada y también se deben reconocer las posibilidades de cambio, según los momentos evolutivos, donde puedan existir variantes favorables, ya que las Ciencias Médicas no son Ciencias exactas. La presencia en nuestro Comité de profesionales de Salud Mental, nos ayudan a conocer el grado de coherencia en las determinaciones. Por supuesto que cuando este grado no exista, deberán ser escuchados los familiares directos de los pacientes y sus opiniones tenidas en cuenta para la implementación de todas las técnicas nuevas de prolongación de la vida que están a la mano de los Profesionales de la salud. Hasta tal grado debe llegar el respeto a la voluntad del paciente en uso pleno de sus facultades de elección, que cuando el mismo desee pasar de la vida, a la terminación de la misma, sintiendo, aún a costa de sentir evolución desfavorable, tales como el dolor creciente y el sufrimiento insoportable, este deseo debe ser respetado. El deseo inverso de no sentir dolor o sufrimiento también debe ser conocido por los profesionales tratantes, para calmar el dolor con la actual medicina paliativa y calmar el sufrimiento con toda la afectividad y acompañamiento que los Profesionales de la Salud y los familiares deben saber brindar. También deben ser considerados los apoyos logísticos que puedan brindar amigos y representantes de los diferentes cultos dogmáticos confesionales, según las preferencias del paciente. Los Profesionales se suelen enfrentar con diferentes opiniones sobre el que hacer con el enfermo terminal, planteando aspectos conflictivos que de ninguna manera son gratos para ninguno de los actuantes y más aún para el paciente. De esta manera se deberá siempre tener presente que nuestra profesión es Ciencia, Arte y Praxis. En esta era tecnológica y biologicista, predomina sobre las otras dos el Dios Tecnos y se suele ver frecuentemente que el Arte de las relaciones humanas y la vocación de servicio, no ocupan un lugar que tenga cierta preponderancia. Por ello nos olvidamos a menudo del viejo aforismo, “Mens sana in corpore sano”, al cual, inevitablemente le deberemos agregar, en sociedad sana.
 
Dr Efrain Hutt       
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