Rafael Nadal no para de hacer historia en el polvo de ladrillo. Ayer, cuando la final con Novak Djokovic se paró por lluvia, tenía ventaja pero la pasaba mal. Hoy, en la reanudación, fue una aplanadora. Quebró dos veces el servicio de su rival y se llevó el cuarto set y el partido por 7-5. Rafa ganó su séptimo Roland Garros tras someter a Djokovic por 6-4, 6-3, 2-6 y 7-5.

La final comenzó el domingo con un Nadal imparable que rápidamente se puso dos sets arriba. Arrancó 2-0 arriba en el tercero y todo parecía encaminado a una definición contundente.

Pero Djokovic renació, rompió tres veces el saque de "la bestia de Manacor", como le gusta denominar a Juan Mónaco a su amigo Nadal y se llevó el tercer parcial en 45 minutos. Fue el más corto de todos.

Por entonces, la lluvia ya los había interrumpido una vez y amagaba con seguir.

En el cuarto, el número uno quebró enseguida y cuando se aprestaba para sacar 2-1, los organizadores lo pararon. en ese momento el serbio marcaba claramente las pautas del partido y todo hacía suponer que la final de Roland Garros se definiría en el quinto set.

Por entonces, las estadísticas empezaban a jugar su partido. Jamás Rafa perdió un partido de Grand Slam después de haber ganado los dos primeros sets. Sólo Federer, en 2005, logró torcerle el brazo tras perder los dos primeros en la final de Miami, sobre cemento.

Si Nole lograba dar vuelta la final, Federer volvería a ser el número dos del mundo y Nadal perdería su segundo partido en Roland Garros en 53 encuentros.

Nada de eso sucedió. Hoy, el escenario se pareció mucho al de los dos primeros sets de ayer. Rafa fue abrumador.

Ganó su séptimo Abierto de Francia, mantuvo el número dos del ranking y, por si hacía falta una prueba más, se consagró como el rey del polvo de ladrillo de todos los tiempos.