A Alto Verde se llega en cinco minutos desde la ciudad capital de la provincia. Sin embargo, parecería que queda en la otra punta de mundo. O al menos así se siente la comunidad educativa de la escuela N° 95 Simón de Iriondo, que amenazada por el alto índice de delincuencia en la zona y desoída por las autoridades competentes, decidieron hacer lo que saben: enseñar. Sin embargo, no se trató de instruir a los chicos ni en matemáticas ni en lengua, sino en cómo protegerse de las balaceras que tienen lugar con frecuencia entre las calles del barrio.

La vicedirectora de la institución, Alicia Lereis, en diálogo con Rosario3.com, trazó un panorama desalentador, el que viven todos los días docentes y alumnos de Alto Verde. “Escuchamos balas todo el tiempo, es continuo. Es más, el otro día mientras estábamos en una reunión de maestros, se desató un tiroteo muy cerca de la escuela, que de haber salido nosotros una hora antes, nos agarraba en la calle”

De su boca, se despide de forma repetida un “gracias a Dios no pasó nada grave”, como una especie de agradecimiento interno hacia una deidad que impide que ninguno de esos chiquitos de guardapolvo sufra el calor de una herida de bala. “Tuvimos que acostumbrar a los chicos a esto y es por eso que años atrás empezamos una campaña por mayor seguridad. Nunca nadie nos escuchó, el gobierno prometió seguridad, pero no mandó a nadie”, recuerda la docente con bronca.

“Es común escuchar tiroteos, incluso hay padres que esperan que cesen para traer a los chicos a la escuela”, siguió. “Entonces pensamos que los chicos tendrían que aprender a cuidarse, a saber cómo protegerse tanto en casa como en la escuela”. Y fue así como los alumnos de segundo año, junto a sus docentes, elaboraron una serie de carteles indicando qué hacer cuando las balas se escuchan cerca.

Esta iniciativa sentó precedente y así, los demás chicos hicieron lo mismo, como una especie de cadena de aprendizaje de cómo sobrevivir en medio de la hostilidad, estimulada por la pobreza. “Es que Alto Verde no era así”, se lamentó Alicia con los recuerdos vivos del barrio hace veinte años atrás. “Después de la inundación muchas gente se empobreció y otra tanta vino de otros lugares, gente mala que nos atemoriza”.