Pablo Gavira
El día estaba bárbaro, extraordinario para ver un encuentro de fútbol. Arrancaba un nuevo certamen y todo estaba dispuesto, absolutamente todo.
Hay un nuevo contexto en la forma de transmitir y se bajaron líneas a los clubes. Los empleados –en este caso de Rosario Central-– tuvieron que acatar.
Se les comunicó que ningún periodista podía ingresar con cámaras. “La tienen que dejar afuera y cuando termine el encuentro pasarla a buscar para grabar notas”, fue el comunicado que nos transmitió amablemente el encargado de la puerta donde accede la prensa al estadio.
Consultado sobre quién dio la orden, el responsable del sector dijo “desde la AFA, el jefe de prensa, Raúl Steimberg, notificó a la institución”.
Con este marco ningún cronista de televisión pudo realizar su trabajo con el camarógrafo de turno, todos tuvieron que aguardar a que finalizara el cotejo.
Dentro del estadio tampoco hubo grandes cambios, ya que antes Torneos y Competencias regulaba todo lo que en materia televisiva se refiera. No dejaban ingresar al terreno de juego, ni notas exclusivas con protagonistas en el momento del partido y hasta se daba el lujo de avisarle al juez cuándo tenía que arrancar el partido.
El sábado fue más de lo mismo. Lunati, arbitro de Central-Racing, tuvo que aguardar que el asistente le diera la orden –que provenía del director de cámaras– al arbitro y así se demoró varios minutos el partido.
Es verdad que ahora se pueden ver todos los encuentros y a toda hora, que no hay que tener codificado –sí cable, porque si no en Rosario no se vería ningún encuentro– y no hay que esperar Fútbol de Primera para revivir los goles. Pero para trabajar no hubo cambios, existieron las mismas restricciones y limitaciones que había con TyC nada más que ahora con la Televisión Pública.