El gran desfile carnavalesco de Halloween que se celebra cada año en Greenwich Village, en Nueva York, fue encabezado por una banda de jazz funeraria al estilo Nueva Orleáns, seguida por unas 50 mil personas disfrazadas de diablos, ángeles, calaveras, monstruos de todo tipo, extraterrestres, brujas en patines, un plátano, María Antonieta, cavernícolas, hombres vestidos de mujer, mujeres vestidas de hombre, vampiros, piratas y más, junto con varios carros alegóricos con bandas de rock y (incluidos dos miembros de Kiss) en una procesión que marchó frente a unos 2 millones de espectadores, la mitad de ellos también disfrazados.

Marionetas –calaveras y calabazas volantes– de unos 4 metros de altura se paseaban y una calavera acariciaba sus enormes tetas, mientras patinan de un lado a otro un diablo y una bruja. Poco después avanzaba una enorme máscara de George W. Bush y de su boca brotaba una rollo de papel que iba dando vuelta con palabras como "mentira", "odio", "engaño". 

El desfile fue como un gran cabaret callejero, con alusiones a los años 30 en Europa, con escenas de decadencia, de exhibicionismo sexual, y cuestionamientos a un orden que se desmorona, pero a la vez festejando el hecho con música, máscaras y poca ropa.

Lo que antes era un día festivo dedicado más que nada a los niños, se ha convertido en un festejo de adultos con un ambiente carnavalesco (no faltaron las bandas de samba). Antes de iniciarse el desfile, y horas después de haber concluido, las calles alrededor del Village se inundaron de demonios, superhéroes, enmascarados de todo tipo, mujeres policía en mini (pero muy mini) falda, fantasmas sin que nadie diga nada ni se asombre, como si todo fuera normal.