Cuando se trata de aprender a usar una computadora, las personas mayores tienden a albergar un poco de aprensión. Para muchos, el aprendizaje de la tecnología es intimidante y parece una tarea imposible. La clave está en brindarles la información por partes para que sean más fáciles de incorporar. Además, mostrarles formas prácticas en las que las computadoras pueden hacer su vida más fácil, es una buena manera de romper con los conceptos erróneos que puedan tener.

Es importante que los adultos mayores (personas mayores de 65 años) aprendan a manejarse con las nuevas tecnologías. Hacer trámites en línea, leer noticias, comunicarse con amigos y familiares, en forma económica y desde cualquier parte del mundo, o mirar una película, son algunas de las tantas alternativas que ofrece la web.

La mayoría de los chicos y chicas de hoy tienen su primer contacto con la computadora a través del juego, de la participación en redes sociales y de diferentes actividades educativas. Los adultos, en cambio, suelen comenzar su aprendizaje al compás de las exigencias laborales, de la necesidad de "estar al día" o de saber "en qué andan" los más jóvenes.

También puede suceder que entre el público adulto existan quienes no tengan ninguna de estas motivaciones. Y muchas veces los argumentos asociados se vinculan con "eso ya no se puede aprender", que "no se entiende nada de nada" o que "eso es cosa de chicos".

Pero la realidad, o por lo menos el enfoque, puede ser diferente: las computadoras y los diferentes dispositivos tecnológicos, las redes sociales y la navegación en internet, entre otros, ofrecen nuevas posibilidades que ayudan a agilizar la vida de las personas. Y, si consideramos a los adultos mayores, ese potencial se expande en muchas direcciones.

A los adultos mayores, en particular, deberemos señalarles con detenimiento cada cosa, mostrar qué hacen nuestras manos, qué sucede en la pantalla. Pero no una vez: serán necesarias muchas veces, mostrar el "paso a paso", invitar al aprendiz a repetir lo que acabamos de hacer y, fundamentalmente, enseñar a equivocarse sin miedos.