El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aseguró en Shanghai que China y su país deben ser amigos y "no adversarios", al tiempo que insistió en la necesidad de respetar unos derechos humanos que son "universales".

Obama se reunió en el Museo de Ciencia y Tecnología de Shanghai con estudiantes de diversas universidades chinas que le sometieron a una sesión de preguntas y respuestas.

El presidente reiteró un mensaje que ha transmitido a lo largo de toda su gira asiática: EE.UU. y China no deben ser rivales, sino cooperar para resolver problemas globales como la no proliferación nuclear o el cambio climático.

"A menos que China y EE.UU. estén de acuerdo, se podrán resolver muy pocos problemas internacionales", declaró Obama.

Como en su discurso del pasado sábado en Tokio, en el que repasó las relaciones de su país con Extremo Oriente, el presidente estadounidense subrayó que su país no quiere "contener" la pujanza de China y por el contrario da la bienvenida a una República Popular "fuerte y próspera".

"China y EE.UU. no deben ser rivales", sostuvo el presidente estadounidense, que subrayó que la colaboración entre los dos países contribuirá a lograr "la paz y la prosperidad en el mundo".

Obama citó como ejemplo el cambio climático, pues ambos países son los principales emisores de gases contaminantes del mundo. "A menos que colaboremos no podremos resolver este problema", indicó.

Al tiempo que lanzó un llamamiento a la colaboración, el presidente estadounidense aprovechó también para reconvenir a China, si bien de modo indirecto, sobre el respeto de los derechos humanos.

"No buscamos imponer ninguna forma de gobierno a ningún país. Pero no creemos que nuestros valores sean sólo de nuestro país", sostuvo.

"La libertad de expresión, de religión, de acceso a la información y de la participación política son, creemos, derechos universales. Deberían aplicarse a todos los pueblos, incluidas las minorías étnicas y religiosas, sea en Estados Unidos, en China o en cualquier otro país", subrayó.

Precisamente, el formato elegido por el presidente estadounidense para hacer esta declaración -un encuentro con jóvenes en el que también se presentaron preguntas por internet- buscaba subrayar la libertad de expresión e información, pero la Casa Blanca encontró que ese propósito resultaba más fácil de aplicar en la teoría que en la práctica.

Aunque la Casa Blanca pretendía que el evento se televisara nacionalmente, sólo se emitió por la televisión local de Shanghái.

El asunto de las libertades estuvo patente en todo el diálogo entre Obama y los estudiantes. En un momento dado, uno de ellos le preguntó sobre el uso de internet.

Obama respondió: "soy un gran partidario de la no censura".

La respuesta tiene su miga. China cuenta con el mayor número de usuarios de internet del mundo, pese a lo cual su Gobierno controla extensamente la red, supervisa el contenido de los portales a los que se tiene acceso en su territorio o bloquea aquellas páginas que le parecen inconvenientes.

El uso sin restricciones de Internet, defendió Obama, es "una fuente de fortaleza". Y la libertad de opinión que facilita, incluidas las críticas a su Gobierno, le ha obligado a tener en cuenta otras opiniones, alegó.

El presidente estadounidense respondió también a otra pregunta espinosa en China, acerca de Taiwán. Obama aseguró que no piensa cambiar la política estadounidense de "una sola China" y expresó su satisfacción por la mejora del diálogo entre Taipei y Pekín.

El encuentro le sirvió a Obama de aperitivo para sus conversaciones con las autoridades chinas. Esta noche, tras su llegada a la capital china con un intenso frío, mantuvo una reunión preliminar con el presidente chino, Hu Jintao, antes del encuentro bilateral en toda regla de mañana.

Los dos mandatarios compartieron una cena de trabajo en la residencia gubernamental de Diaoyutai, en la que también participaron, entre otros, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario de Comercio, Gary Locke.

Obama, que también verá al primer ministro, Wen Jiabao, aprovechará también su visita de Estado a Pekín para visitar la Ciudad Prohibida y la Muralla China antes de viajar el miércoles a Corea del Sur, la última etapa de una gira que le ha llevado también a Japón y Singapur.