Claudia Bonato

Cada vez se publican más dietas que proponen distintas formas de alimentación. Algunas se enmarcan en  particulares filosofías de vida y otras se limitan a prometer beneficios concretos y rápidos como bajar de peso o reducir talles. Sin embargo –según los especialistas– aunque cada vez se presta más atención a la comida, siguen existiendo enfermedades propias de la mala alimentación, en todas las clases sociales. 

Los nutricionistas sostienen que esto se debe a que elegimos y combinamos mal los alimentos. Como consecuencia de la globalización de la información y de los numerosos canales que la transmiten, la población accede a una gran cantidad de datos referidos a planes de alimentación y dietas de las más variadas características: disociadas, veganas, vegetarianas estrictas, lacto-vegetarianas, lacto-ovo-vegetarianas, entre otras, que apuntan a distintos objetivos. 

Lo que falta, a criterio de los especialistas, es información adecuada para suplir el déficit de nutrientes de algunas de ellas y orientación para saber cómo mezclar los alimentos a fin de evitar efectos adversos y enfermedades propias de la mala nutrición. “No está mal que una persona elija ser vegetariana estricta y decida no comer ningún alimento de origen animal ni sus derivados, pero sería conveniente que busque asesoramiento profesional para armar su dieta, ya que algunos nutrientes como la vitamina B12, por ejemplo, se encuentran sólo en productos de origen animal. 

"Su carencia en la alimentación produce anemia. Es decir que si se decide ser vegetariano estricto, hay que procurar una dieta suplementada para sustituir ese faltante”, explicó en diálogo con Rosario3.com, la directora de la carrera de Nutrición de la Universidad Maimónides, Marcela Leal. 

“Además –dijo– aunque haya mucha información circulando, la pirámide publicitaria en algunos países es inversa a lo que se recomienda. En Estados Unidos, por ejemplo, el mayor presupuesto publicitario destinado a alimentos está enfocado en los productos que deberíamos consumir en menor cantidad” y apuntó que “aún disponiendo de recursos, se hacen malas elecciones a la hora de comprar”. 

“Un litro de leche cuesta lo mismo que una gaseosa o un jugo y la gente, por lo general, no elige de manera adecuada”, señaló la profesional e hizo especial hincapié en la situación de los grupos de riesgo (niños, adolescentes y embarazadas) que necesitan una nutrición especial que responda a las necesidades de su organismo. 

“En una campaña organizada por el Consejo Publicitario Argentino, escuchamos testimonios de muchas abuelas preocupadas porque sus hijos o nueras vegetarianos aplican la misma dieta que hacen ellos, a sus respectivos hijos, aunque los niños estén en plena edad crecimiento. Ése es un llamado de atención porque el organismo adulto no requiere los mismos nutrientes que el de un niño. Gaseosa, comida y café: combinación no recomendable.

Aunque las cantinas y kioscos saludables se multiplicaron en las escuelas –en algunos casos impulsados por la legislación– gran parte de la población infantil continúa ingiriendo un volumen elevado de grasas saturadas y sodio contenidos en productos snack y de copetín que constituyen sus meriendas y colaciones diarias.  

En ese punto, los pediatras ponen el acento en el rol protagónico de la familia. “Hay chicos que no conocen las legumbres que son tan ricas en fibra alimentaria e hidratos de carbono del grupo de los polisacáridos, porque en sus casas nunca las compran ni las preparan. Además, muchos chicos no toman agua; pasan directamente de la leche al jugo o las gaseosas con las cuales sacian su sed”.  

“Esto ha generado un perfil obesogénico a edades tempranas. Una serie de estudios realizados por nuestra Universidad arrojaron un resultado preocupante con valores del orden del 47 por ciento de la dupla sobrepeso obesidad, en escolaridad primaria”, señaló la profesional, y apuntó un dato interesante en relación con la combinación de gaseosas y comida.  

“Se recomienda que las comidas principales no estén acompañadas con bebidas gaseosas, ya que interfieren en la absorción del hierro. Si un niño tiene déficit de hierro y le damos un churrasco de carne o de hígado acompañado de un vaso de gaseosa, la bebida interferirá la absorción del hierro en su organismo”, ejemplificó la nutricionista y afirmó que lo mismo ocurre con la población adulta y el café. 

“También se sugiere esperar una hora y media después de las comidas principales para tomar café (sobre todo en el caso de personas anémicas o que presenten algún déficit de hierro) ya que la cafeína interfiere en su asimilación, explicó Leal”, agregó.