Sabrina Ferrarese

"En la ilusión y en el raye, contigo conté. Voy a ser tu poeta, mi gran amor bicicleta".

Es verdad. Iba con los auriculares escuchando a Buscaglia. Mal, sí. Muy mal. El bocinazo de una moto interrumpió el éxtasis que aumentaba pedal a pedal. Mi sueño de "bicitauro" casi termina en pesadilla contra el cordón cuando el ciclomotor me pasó tan pero tan finito que los rayos de mi bicicleta temblaron.

La bicisenda de calle Salta tiene sus complicaciones. Se llaman conductores de motos y autos que se empeñan en usar el carril exclusivo para las bicicletas a fin de ganar un andar seguro o un lugar privilegiado para estacionar. También aprovechan la senda para cargar y descargar lo que sea y así evitar tener que cruzar la calle. Como si no hubiese horarios en los que se permite tal actividad.

Esta vez también andaba con la musiquita encima. En mis dos ruedas intentaba llegar al centro desde Pichincha y una vez más, opté por la ciclovía de Salta. Dos veces tuve que frenar la marcha y bajarme para poder sortear a camionetas cruzadas en medio de la doble línea amarilla. Sin embargo, los "okupas" andan por toda la ciudad, tomando vías para ciclistas todo el tiempo, ocupando un espacio pensado y desarrollado para garantizar seguridad a los 70 mil viajes que se hacen en bici por día en Rosario.

Mis malas experiencias tomaron color y forma en las fotos que Alan Monzón sacó para Rosario3.com. Conmovido por la suerte de los ciclistas, salió a la calle para hacer zoom en estas sendas y el resultado quedó a la vista. Las motos las recorren de punta a punta, a todo motor, a pura infracción. ¿Conclusión? La ley de la selva es la que más se cumple en el tránsito rosarino. El camión contra el colectivo, el colectivo contra la camioneta, ésta contra el auto y el automóvil contra la moto. Y todos juntos contra la bicicleta. Claro que existen ciclistas irresponsables, que no nunca ven un rojo en los semáforos, motociclistas que se meten contramano o que aceleran de más y encima circulan sin casco, pero la postal más común revela que las normas de la jungla son las más respetadas en la calle.

¿Es que las leyes de tránsito están para evadirlas? Nos portamos muy mal a la hora de desplazarnos. Otra prueba de nuestra tendencia a la rebeldía es la doble fila en las escuelas, la paradoja más grande de la educación a los hijos, quienes en vivo y en directo pueden tomar nota de los padres en plena acción infractora. Una campaña del Consejo Publicitario Argentino llamada "Respetuosa Argentina" intenta reproducir la contradicción del "haz lo que te digo pero no lo que yo hago" cuando una mamá, que no puede entender que su hijita sea reprendida en la escuela por no obedecer a los docentes, la obliga a cruzar a mitad de calle y entre autos, para acceder a su camioneta ¡estacionada en doble fila!

La Municipalidad optó por lo práctico y prohibió el estacionamiento frente a los colegios más concurridos a ver si la cortan un poco.¿Habrá que poner inspectores en las esquinas de las bicisendas más transitadas para que los motores las dejen en paz y los verdaderos destinatarios de las sendas exclusivas puedan pedalear tranquilos?

Demos rienda suelta a la bicicleta, uno de los inventos más nobles de la humanidad. Quienes logran conectarse con la sensación de vuelo que transmite su andar, quienes dejan que los despeine el aire que corta de manera plácida o se regalan un viaje a la infancia, lo saben. Los que la tienen de aliada para llegar al laburo o para recuperar algo de la salud perdida entre tanto sedentarismo conocen muy bien sus bondades.

Y también los poetas, claro.

"Pasaron

junto a mí

las bicicletas,

los únicos

insectos

de aquel

minuto seco del verano,

sigilosas,

veloces,

transparentes:

me parecieron

sólo movimientos del aire" (Pablo Neruda)