Pensar la enfermedad desde la PNIE (psiconeuroinmunoendocrinología, la cual es una disciplina de la medicina actual), nos ha llevado a ver cómo las emociones, los sentimientos y nuestros estados anímicos, afectan nuestra salud. El trabajar en equipo, nos permitió observar que detrás de los síntomas con los cuales los pacientes se acercaban a la consulta médica, se solapaban o encubrían ciertas cuestiones emocionales y a partir del ensamble entre el trabajo médico, el bioquímico y el psicológico, pudimos empezar a corroborar esta hipótesis con la cual comenzamos nuestra labor.

Es decir, que si a un paciente, le duele todo el cuerpo, o presenta una serie de síntomas desde lo físico, pero no aparece nada desde lo orgánico, no podemos decir, que a ese paciente “no le pasa nada”. Quizás, no le pasa desde lo orgánico, pero sí desde lo emocional. Y éste, es un aspecto sumamente importante a ser atendido.

Ahora bien, uno podría preguntarse ¿por qué, si el sufrimiento es psíquico, los síntomas aparecen en el cuerpo? ¿Por qué, si el dolor es emocional, al sujeto que llega a la consulta le duele el cuerpo?

Justamente, porque el síntoma habla a través del cuerpo, para poder ser escuchado, al modo de una señal de alarma. Todo lo que no puede ser hablado, dicho o tramitado a través de la palabra, necesita salir, expresarse de diferentes maneras y una forma de hablarlo es ésta: el cansancio, la ansiedad, el estrés, la angustia, los miedos, las fobias, el insomnio, la falta de capacidad para disfrutar, el desgano, la apatía, las somatizaciones, los trastornos de memoria, son una señal de que algo no anda bien en la vida de esa persona. Nos están señalando que ahí, hay un malestar a ser escuchado para darle lugar, detenerse, parar y ver qué pasa. A partir de ahí, se hace más fácil encontrar una salida.

Ahora bien, un mismo síntoma, como las palpitaciones, por ejemplo, pueden tener un origen orgánico, o emocional y por lo tanto es importante poder discernir por qué carril pasa la cuestión para darle un tratamiento adecuado.

Pero además, lo que es interesante señalar es que aún frente al mismo síntoma, la significación para cada persona, es absolutamente diferente, por lo tanto, es indispensable, escucharlo desde la más absoluta singularidad, porque en cada uno, este síntoma adquiere una subjetividad propia. Cada síntoma está hecho con los retazos de su propia historia, que van marcando un entramado diferente y que será necesario trabajarlo psicológicamente, para que este trabajo, tenga efectos en lo real.

Si bien en un ataque de pánico, por ejemplo, pueden aparecer desde lo químico, marcadores que nos detectan un trastorno de ansiedad, desde lo subjetivo, un ataque de pánico, tiene diferentes significaciones para cada persona y aparece con una causación diferente. Si no encontramos esta significación desde el trabajo psicológico, para poder abordarlo, va a ser más difícil que podamos resolver el síntoma estructuralmente.

O en una fobia a manejar un automóvil, por ejemplo, podemos descubrir que lo que llevó a esa persona a sentir este temor evitativo por este objeto, tenía que ver con ciertos mandatos parentales o temores inculcados desde la primera infancia.

Las emociones inconcientes tienen una fuerte intervención en enfermedades como el asma, la psoriasis, el cólon irritable, o la úlcera gastroduodenal, por ejemplo. Hoy se sabe que no bastan los microbios o la disposición genética para que una enfermedad se produzca. Suelen ser condiciones necesarias pero no suficientes.

Lo que en verdad nos interesa mostrar en este artículo, es cómo los conflictos actuales del adulto, tienen en la mayoría de los casos una relación directa con los trastornos emocionales, muchas veces, originados en la infancia, es decir que hay un anclaje entre lo que hoy somos y las historias que nos precedieron y fueron dejando marcas en nosotros.

Cuando escuchamos a un paciente y estudiamos la angustia o el malestar, que éste individuo, siente hoy, en la actualidad, descubrimos que en todos los casos recopilados hasta ahora, atrás de la alteración que él siente en su cuerpo, hay oculta una historia ligada a un intenso compromiso afectivo.

Por ejemplo, frente a un caso de psoriasis, donde al paciente las manchas en su cuerpo, le llegaban “hasta el cuello”, se pudo ver que estas manchas, le surgieron después de haber vivido de manera traumática una gran inundación en el barrio donde él vivía, la cual arrasó con todas sus pertenencias, y en donde en el momento de la misma, dada la baja estatura del niño, el agua, literalmente, “le llegaba hasta el cuello”. … U otra mujer, a quien le aparece un cáncer de mama, cuando se la interroga en relación al momento en que aparece el mismo, puede decir, que lo único que ella sabe, es que siempre vivió “poniendo el pecho”.Otras veces, una “tos nerviosa”, o un tic determinado, pueden estar señalando una identificación con algún rasgo materno o paterno, a ser trabajado.

Lo bueno de esto, es que por suerte, uno puede hacer algo con estas marcas, no es que nuestro destino es inamovible o estamos sentenciados a no poder revertirlo.

El Dr., Chiozza señala que si bien la medicina siempre se preguntó qué sucede en la enfermedad y cómo sucede, hoy aparecen dos nuevas preguntas, que aunque son muy antiguas, la ciencia les ha dado lugar: por qué y para qué sucede la enfermedad, Esto, genera cierto desconcierto, ya que lleva implícita la idea de que la enfermedad, que casi siempre consideramos como la consecuencia de una causa, puede ser contemplada como el producto de un propósito.

Para ilustrar esta idea, podríamos contar cientos de casos, pero a modo de ejemplo, nos parece gráfico, comentar que frente a un caso de obesidad, en donde una paciente evitaba tener relaciones sexuales con su pareja, porque se veía “gorda”, a partir del trabajo de análisis, la paciente puede darse cuenta que en verdad, la historia es al revés: ella “engorda” justamente, para no tener relaciones, porque es en la esfera de la sexualidad, donde estaba su problema.

Por último, lo que queremos remarcar, es que hoy, quienes estamos en el área de la salud, no podemos trabajar como compartimientos estancos, cada uno aislado en su consultorio, porque esto nos lleva a caer en la soberbia de que podemos abarcarlo todo. . Un hipotiroidismo, por ejemplo, puede generar los mismos síntomas que una depresión, pero si no detectamos o diagnosticamos bien el problema de base, vamos a tratarlo parcializadamente, sin resolverlo. O a la inversa, podemos tratar a un paciente médicamente de acuerdo a sus síntomas, desconociendo que hay una depresión encubierta.

Si el paciente es abordado de una manera integral, es más factible que rápidamente encuentre una respuesta. Trabajar en equipo, desde la interdisciplina, nos significó a quienes venimos de lugares diferentes, abrir la cabeza a nuevos conceptos, poner lo mejor de cada uno para poder hacernos entender, sin perder la especificidad, sin invadir terrenos y además, sin pretender anular las diferencias, sino poder aprender con ellas.

Ps. Nora Senestrari – Psicóloga. Mat. 1273
Grupo PNIE Rosario
grupopnierosario@hotmail.com