El primer ministro británico Tony Blair, acosado por una denuncia de corrupción, aseguró que no renunciará a su cargo. El funcionario dijo que es inapropiado marcharse antes de que termine la investigación sobre la supuesta venta de títulos a benefactores del laborismo, pese al daño que el caso está causando a su partido.

Blair hizo las declaraciones luego de que Scotland Yard le interrogase por segunda vez, hace una semana, como testigo y no como sospechoso. Pese a que dirigentes laboristas han reconocido el efecto negativo de la investigación, Blair descartó que vaya a dejar el poder. "Creo que sería equivocado, tendrán que aguantarme un poquito más", afirmó el primer ministro.

El mandatario, que ha prometido marcharse este año, dijo que permitir que una investigación policial le obligue a dejar el poder no es "una forma muy democrática de decidir quién es Primer Ministro". "Creo que lo más sensato es esperar y ver lo que sale de la investigación, y no tenemos tanto que esperar", agregó. Además, Blair ha negado que la investigación suponga una distracción de sus obligaciones como jefe de Gobierno, al tiempo que pidió a la población que no crea todo lo que lee porque algunas cosas que han salido a la luz son "completamente falsas".

Scotland Yard empezó su pesquisa en marzo del año pasado después de que el Partido Nacionalista Escocés (SNP) denunciase que empresarios que habían prestado dinero al Laborismo para la campaña electoral de 2005 estaban recibiendo títulos de lores. Blair fue interrogado por primera vez el pasado 14 de diciembre, aunque no fue interpelado como sospechoso. La Policía ha interrogado ya a varias personas, entre ellas el empresario Lord Levy, donante del Laborismo; Ruth Turner, directora de relaciones del Gobierno con el Partido Laborista; Christopher Evans, millonario del sector de la biotecnología que donó dinero a la formación, y el ex asesor del Ejecutivo Des Smith

Esta es la primera vez en la historia que un primer ministro británico es interrogado dos veces por supuesta venta de títulos honoríficos, una práctica prohibida por una ley de 1925, y empaña el tramo final de la Administración Blair.