Pedro Robledo


Si bien hay antecedentes de sonidos folklóricos en el Dixon (Raly Barrionuevo, Arbolito, entre otros), la labor de Peteco Carabajal es, hasta hoy, la propuesta más cercana a la música criolla que pisó el templo del rock.

El público compartido por Peteco y Patagonia Revelde significó un sano encuentro. Con mucho respeto, ambos artistas fueron seguidos con atención y muy aplaudidos, dejando a un costado las supuestas diferencias y prejuicios.

La incógnita estaba centrada en cómo iba a responder cada público con el artista del otro género. Y rápidamente, apenas comenzó a sonar la banda liderada por Franz Funes, quedó claro que iba a ser una celebración de la
diversidad musical.

Patagonia ofreció una primera parte acústica, mostrando algunas canciones nuevas que estarán en su próximo disco.
Recibió tibios aplausos iniciales, pero el clima se fue calentando con la llegada de los clásicos de la banda.

Siempre generosos, como Peteco, invitaron a colegas a formar parte del show. Subieron el Bonzo Morelli, Germán
Muñoz y el legendario Quique Casal (el acordeonista del Cuarteto Alegría que viene juntándose seguido con Franz Funes).

"Esto nos da placer y desafío, no creemos en tribus", confesó Franz refiriéndose al encuentro con Peteco y aportando
a la idea de borrar fronteras.

La banda se acercó al folklore incorporando a su repertorio "Paraná cué", un homenaje al río Paraná.

Con "A cada instante", cerraron la primera parte y, con Bonzo Morelli ya en escena, subieron la intensidad.

"Tiempos como estos", versión castellana del tema de Foo Fighters y "Del interior", escrita en una pensión porteña "para los que la pelean desde abajo", dieron paso a "Mi corazón", otro clásico del grupo en el que se sumó Panchito Cheves.

Enseguida Franz invitó a Peteco. La entrada del santiagueño fue apoteótica y arrancaron con "Disculpeusté".

"Sueño con serpientes", la canción de Silvio Rodríguez, rockeada por ambos, significó el cierre de un brevísimo
espacio compartido, cuando Peteco recién se estaba acomodando al estilo de la banda.

En la pausa prevista para el armado del grupo del santiagueño, arrancó el baile. Con poco espacio para danzar
(demasiadas mesas dispuestas), fue extraño oir músicas de La Juntada, Néstor Garnica y hasta Horacio Guarany
cantando "Piel morena" en Willie Dixon.

Peteco también mostró canciones nuevas y la gente fue copando el pie del escenario, preparándose para la peña.

Con una seguidilla de chacareras, logró encenderlos y, ante la dificultad mencionada, los bailarines se las
ingeniaron para intervenir los pocos espacios disponibles.

Cuando ya estaba cómodo en un ámbito desconocido para él, Peteco entregó el repertorio más conocido de la
familia bandeña y regaló un extenso set para bailarines que incluyó zambas, gatos, chacareras y escondidos.

Cuando el sonido se estaba acomodando, llegó el final con "La estrella azul", con Laura Ros de invitada.

El primer bis fue "Fortuna, fama y poder", bajando a recorrer un sector, mezclándose con el público, que lo
acompañó con una tremenda demostración de afecto y admiración.
De regreso al escenario, se despidió con "El niño" y "Vuelo enamorado".

Quedarán en la historia del Dixon, las imágenes de cientos de bailarines y de abuelos y abuelas en el público
colmando el histórico sitio del rock de Rosario.

Una idea arriesgada que resultó muy positiva: reunir propuestas de rock y folklore, fue una clara señal de
que las fronteras se tornan difusas. Gran acierto de músicos y productores y punto de partida para una estrecha relación entre ambos públicos.