El bebé de 22 semanas de gestación que había sobrevivido a un aborto terapéutico mal diagnosticado murió la  en el hospital pediátrico Meyer de Florencia (Italia) como consecuencia de una complicación cardiocirculatoria.

El suceso provocó una fuerte polémica en Italia, ya que la madre había decidido abortar después de que los médicos le comunicaran que el niño podía padecer malformaciones graves cuando, en realidad, el niño resultó estar completamente sano.

El aborto fue efectuado el pasado viernes en el hospital florentino de Careggi y se basaba en dos ecografías en las que los médicos detectaron la posibilidad de que el feto padeciera una "atresia de esófago", tras lo que decidieron recomendar a la mujer que se sometiera a una resonancia magnética con el objetivo de confirmar el diagnóstico, según explicó el director del departamento de ginecología del Hospital, Gianfranco Scarselli, al diario La Repubbica.

El mismo diario afirma que la mujer decidió consultar a otro médico, que supuestamente le recomendó abortar. Y así lo hizo.

No obstante, tras la intervención, los médicos comprobaron que el niño no sufría ninguna malformación y al ver que todavía le latía el corazón, intentaron reanimarlo tal y como está previsto en la ley, en caso de que haya posibilidades de salvarlo.

Sin embargo, el niño, que tenía ya casi seis meses, pesaba unos 500 gramos y medía unos 20 centímetros, quedó en estado de salud muy grave, según explicó el director del departamento de cuidados intensivos neonatales del hospital Meyer, Paolo Morello. Y finalmente murió.

"No tiene la malformación, sobre la que se había hipotizado con las ecografías, pero sufre todas aquellas patologías de un neonato extremadamente inmaduro", señaló.

Según la legislación italiana se permite abortar después de los 90 días de gestación sólo en caso de que la vida de la mujer corra peligro o el feto sufra malformaciones.