Maricel Bargeri/Opinión
Por qué no pensarlo así, como una forrada colectiva por el derecho a un sexo seguro. Si tod@s queremos lo mismo, por qué no ponernos de acuerdo en que el preservativo es la “extensión” más efectiva para protegernos/querernos.
A qué viene esta tirria –que lejos del enojo o la porfía no es más que una mirada– al embarazo de Verónica Ojeda, la paternidad de Diego Maradona y el tratamiento que recibió la “noticia”, donde más de un planteo concluyó: “La que se embarazó fue ella”.
Punto por punto.
Uno. ¿Cuál es el argumento de muchos hombres para evitar el uso de condones en relaciones sexuales ocasionales o en parejas estables heterosexuales? (el interrogante también vale para vínculos homosexuales, aunque tal posibilidad excede este planteo)
Respuesta: “Que no sienten lo mismo”. La misma razón que ensayan ante la posibilidad de sexo oral.
Ahora bien, habrá quien se pregunte por qué reseñar los argumentos masculinos ante la negativa de usar condones, si en definitiva, son dos a quererse.
Porque en casi la totalidad de los casos son ellos quienes “deciden”.
Dos. Existen sobrados indicadores que demuestran la conexión entre inequidad de género y aumento de probabilidades de contagio de VIH, por citar una y sólo una de las enfermedades de transmisión sexual. Lo mismo ocurre con la tasa embarazos no deseados.
Pero, más allá de los números, la negativa de un hombre a usar un preservativo ante el pedido de una mujer siempre constituye una situación de violencia.
En suma, esto traduce una falta de autonomía de la mujer tanto sobre su sexualidad como sobre su decisión reproductiva que se paga con el cuerpo.
Y saben qué, no se trata de discutir siglos de asimetrías un rato antes del clímax – ¡qué va! –, sino de pensar en "los actos" con responsabilidad compartida.
Tres. Lo bueno es que por trabajo –más que por fortuna– los modos relacionales pueden cambiar.