Existen muchas maneras para calificar un material en forma previa a su uso en el aula. Es fundamental, explica Loreta Bellon, que el docente conozca el material, que lo haya explorado, recorrido y utilizado. Los chicos ya “vienen” con un bagaje de conocimientos respecto del uso de algunas tecnologías, por lo que la tarea previa del maestro es fundamental al momento de presentar el material.
Para la elección de un software puede pedirse ayuda a otro docente que ya haya trabajado la temática; también es útil revisar el material disponible en la escuela, o consultar al profesor de Informática, pero el verdadero encargado de seleccionar el material debe ser el maestro, que es quien conoce su proyecto y el grupo con el que lo va a utilizar.
Los maestros estamos acostumbrados a preseleccionar material en libros, en páginas de Internet, videos y otras fuentes para que constituyan un apoyo a la enseñanza. Sin embargo, la evaluación de los programas informáticos de aprendizaje es diferente de la que se realiza cuando el material está en otros soportes de la información: los libros se hojean, los videos pueden verse mientras se realiza otra tarea, los diarios o revistas pueden seleccionarse, pero el único modo de determinar la conveniencia de un programa informático para un determinado fin educativo y cierto estilo docente consiste en ponerlo en funcionamiento y usarlo: en transformarse en un usuario, tal como lo harían los alumnos.
Existen diferentes tipos de software que pueden utilizarse en el aula (se trate o no de software educativo). “Suele suceder que la inmersión de los chicos en el soft supera a la de los propios docentes. Cuando llega el momento de enseñar a usar la PC en un gabinete de computación, nos encontramos con que los alumnos dominan muchos de los contenidos que nosotros pretendemos enseñarles. Esto varía de una cultura a otra y dentro del mismo grupo. Podemos encontrarnos con una gran diversidad de conocimientos y –en general dependiendo del nivel socioeconómico en el cual se encuentre la escuela– el punto de inicio en el que nos situaremos puede ser muy distinto”, explica Loreta Bellon en su artículo.
Para los que tienen pocos conocimientos será una gran tarea abrirles un universo de herramientas del que podrán disponer a medida que aprenden a utilizarlas. Para quienes ya las usan, nuestra misión será transformarlas en un elemento potenciador del aprendizaje, siempre y cuando se planteen actividades apropiadas al contenido que se quiere trabajar.
Existen para ello distintos tipos de software, en los que el usuario tiene distinto nivel de control sobre las acciones que puede ejercer sobre el programa.
Muchos pueden ser los medios a utilizar cuando se trata de enseñar un contenido; los hay más y menos tecnológicos. La tecnología suma, aporta, complementa, pero no reemplaza en ninguna instancia la presencia del maestro. Su rol es fundamental al momento de seleccionar el material que utilizará con sus alumnos, más allá del formato en que se presente. En él está la decisión, que evaluará en función de los recursos con los que cuente.
El software educativo ideal tendría por misión desarrollar contenidos, debería poseer el grado de interactividad real necesaria, y la flexibilidad para que cada alumno pueda ser constructor de su propio aprendizaje. Debería potenciar los aspectos creativos, posibilitar el trabajo colaborativo, el intercambio entre pares.
Seguramente, creeremos que ninguno reúne todas las riquezas necesarias. De ahí la complementariedad de medios, métodos y herramientas que hablamos, y de allí también su verdadero valor para favorecer el maravilloso camino del conocimiento.
Fuente: Lorenta Bellon - educ.ar


