Una princesa perteneciente a la monarquía más rica del planeta y cuñada del rey Abdallah de Arabia Saudita, se fue de un hotel de París sin pagar la cuenta por la lujosa suite que había utilizado durante seis meses. La deuda ascendía a 6 millones de euros.

Según publicó el diario francés "Le Parisien", la princesa Maha Al-Sudayri (esposa repudiada del príncipe heredero saudita, Nayef bin Abdulaziz) abandonó sigilosamente -a las 3.30 de la madrugada- el lujoso Hotel Shangri-La, ubicado en la Avenida de Iena y con vistas a la Torre Eiffel.

Con fama de cleptómana, Maha Al-Sudayri se hospedaba desde el 23 de diciembre en el séptimo piso de este hotel, donde vivía a sus anchas, lejos de las calurosas arenas de Arabia y el encierro destinado a las mujeres sauditas. Su inmenso equipo de ayudantes y sirvientes ocupaban otras 41 suites del mismo hotel por un precio de 20.000 euros la noche.

Ante la principesca huida, la gerencia del hotel dio aviso a la policía y a la embajada saudita en París, pero gracias a la inmunidad diplomática, no se podrían levantar cargos contra la princesa, perteneciente a uno de los clanes más poderosos del desierto saudita. La policía francesa, sin embargo, le confiscó sus pertenencias hasta que la deuda sea saldada.

"Le Parisien" afirma que la princesa se enteró de que su marido la había dejado sin fondos y decidió abandonar el hotel e instalarse en otro, el Royal Monceau, propiedad del emirato de Qatar. Según el diario, Maha Al-Sadayri tenía "la esperanza de que las buenas relaciones de aquel país con Arabia Saudita le permitirían gozar de un trato privilegiado".

El currículum de la princesa no es del todo ejemplar. La firma de ropa "Key Largo" tuvo que recurrir a la justicia para obtener el pago de 89.000 euros que le adeudaba la princesa. Posteriormente, en 2009, Maha dio un paseo por las boutiques de lujo de la "Ciudad Luz", donde compró joyas, vestidos y lencería por valor 15 millones de euros, pero se fue sin pagar.

Durante varios días se atrincheró en su habitación del Hotel George V, negándose a saldar su deuda. El rey Abdallah tomó cartas en el asunto: pagó las cuentas, pero la repatrió y la mantuvo encerrada durante dos años en una de las residencias reales para evitar que sus reiteradas "travesuras" ensuciaran la imagen de su país.