A partir del proyecto “Quimicuentos” se desarrollan historias que se basan en contenidos relacionados directamente con la salud y la vida cotidiana. Llevado adelante por la doctora Sandra Hernández, comenzó a partir de su experiencia en las materias iniciales de la carrera de Química. Su objetivo fue plantear un proyecto que reúna la ciencia y la literatura, y que tienda un puente entre los estudiantes y el conocimiento.

“Hace unos cuantos años que trabajo en la parte de ingresos de la Universidad. Y ahí fuimos detectando falencias en la mayoría de los chicos en cuanto a lectura, capacidad de generar producciones escritas, falta de vocabulario, ser críticos o el simple hecho de poner en duda lo que se está leyendo. Empezó a surgir la falta de noción de que ellos mismos son los actores principales en el proceso de la educación” indicó a Argentina Investiga Hernández.

“En ese contexto, la Química como disciplina en particular, además de perder protagonismo en la época del Polimodal, también quedó asociada a algo negativo: la Química no sirve para el ambiente, los contaminantes, el efecto en la capa de ozono... Otra cuestión que influyó para marcar un alejamiento es que se dejaron de hacer prácticas en el laboratorio y, entonces, la Química fue convirtiéndose en una ciencia casi más dura que la Matemática, porque aparece únicamente como símbolos, ecuaciones y definiciones de memoria. Todo esto fue desmotivando a los alumnos y creo que también a los docentes” agregó la especialista.

El proyecto “Quimicuentos”, surgió a partir de diversas motivaciones y, según señaló Hernández, no sólo abarcará material impreso: también habrá e-books, audiolibros y obras de teatro. Del proyecto participan tres escuelas. Una de ellas para ciegos y disminuidos visuales. “Vamos a trabajar en audiolibros y libros en Braille para chicos y adultos, con enfoques diferentes, según la edad. Esto es algo que nos interesó desde el principio: que fueran escuelas ubicadas en puntos bien distintos de la ciudad, con chicos en diferentes contextos educativos y sociales”.

“El año pasado fue el Año Internacional de la Química y se hizo hincapié en comenzar a revalorizarla. Y una de las cuestiones que surgió fue el tema de la alfabetización científica, lo que significa incorporar la ciencia, la tecnología y la sociedad dentro del aprendizaje, de modo que la persona pueda aprender determinados saberes en forma sustentable y que, a su vez, pueda transmitirlos. Por ejemplo, una mezcla común que suele prepararse cuando se hace limpieza es la combinación de lavandina con detergente. Eso genera emanaciones de cloro, que son muy tóxicas. ¿Cómo se aplica esto desde la enseñanza? Si el chico puede incorporar este conocimiento en la escuela, luego puede ir a su casa y comentarle a la madre sobre el riesgo de preparar esa mezcla de productos. Y así se logra una transmisión sustentable del conocimiento”.

“Somos muy respetuosos, y por eso también quisimos que las escuelas involucradas se sientan parte desde el inicio, trabajando con las sugerencias de los maestros de Lengua y Arte para incrementar la creatividad y la motivación. Nadie conoce a los chicos mejor que ellos. La idea es que nos marquen la temática tanto en Letras como en Naturales, de modo que los contenidos puedan combinarse bien dentro de las historias” explicó la investigadora, y agregó: “Por ejemplo, uno de los chicos de Química ya trajo una poesía excelente sobre lo que mencionaba de mezclar lavandina con detergente, le puso música y hasta armó un videoclip. Otra de las chicas preparó una fábula sobre magnetismo, y también hay una obra de teatro en preparación”.

Fuente: Universidad Nacional del Sur