Desde muy chicas creamos una imagen de lo que pensamos que debe ser nuestro objeto de amor construida en base a predisposición genética, mandato familiar, modelo social, y filtros culturales y religiosos. O sea, la elección está sostenida por un entramado, por una proyección de expectativas propias y ajenas. Pero parece que las cosas no son tan sencillas. Los científicos opinan que a nuestros aspectos emocionales debemos sumarle el costado físico. Por ejemplo, en la mujer igual que en el hombre sería decisivo el nivel de testosterona, mientras que en ellos es bastante estable, en las féminas sufre fluctuaciones que se notan más durante la ovulación. Otras sustancias que aportan lo suyo son las feromonas, que nos empujan al bienestar y al encuentro con los demás, después de años de especulaciones parece que su papel es determinante en la atracción sexual. Y hay más.

Debemos tomar en cuenta los sentidos, el olor y el tacto de una piel pueden aportar tanto sensaciones gratificantes como confianza, declararon las señoras consultadas. Según los estudios sobre el lenguaje de la intimidad hay mujeres que encuentran más erótico besar durante largo tiempo que, digamos, lo específico del acto sexual, y eso es porque los besos ayudan a liberar endorfinas, encargadas de generar efectos placenteros y relajación. Para seguir sumando es bueno saber que cuando se está enamorada se segrega oxitocina, íntimamente relacionada con la excitación sexual.

Además, debemos atender cómo andamos de autoestima en el momento mismo de la elección. Si la seguridad nos cubre con su manto vamos a seleccionar más, pero si es la hora del bajón y estamos atrapadas en una jungla de inseguridad es muy probable que nos conformemos con lo que venga, así que ojo.

Aseguran que el deseo no es tonto pero es juguetón, que nos convida con la ilusión del equilibrio, y que ese es el motor de muchas fascinaciones que aparecen como descabelladas, por caso: señora ejecutiva de éxito con señor dedicado al arte, a una vida, digamos, bohemia. ¿Por qué están juntos? Podría decirse que es un caso típico de complementariedad. A ella le gustaría un poco menos de estructura y a él un poco más de orden. Obviamente, esto es demasiado simplista, propio de un resumen Lerú de psicología; igual que los patrones de elección hombres cantidad, señoras calidad.

Unos y otras se permiten licencias que años antes eran impensadas, esas opiniones son muy sesgadas para la actualidad. Una lee lo que se publica sobre el tema e intenta hacer una síntesis para compartir, pero parece todo tan artificial, todo tan cortado por la misma tijera. Quién más quién menos todas queremos vivir nuestra película romántica, pero mientras antes bastaba con sentir un cosquilleo indomable para saber que era "él", ahora parecería que debemos realizar estudios superiores a fin de desentrañar el flujo de información que el cerebro interpreta y luego derrama en forma de atracción.