Matías Manna

En momentos de dolor la solidaridad transforma estados de ánimo. A muchos los lleva a agruparse, a querer ayudar, a interesarse un poco más por el otro. Los clubes argentinos, siempre maltratados últimamente, algunos carentes de recursos para sostenerse como instituciones fundantes de nuestra historia, aparecen determinantes para aumentar la organización en estos contextos.

Inmediatamente se prestan a la tarea solidaria. Lo vimos la pasada semana en nuestra ciudad, desde Rosario Central, Newell´s hasta clubes de barrios, todos juntos pendientes de dar ayuda. La identidad de los colores también lleva a diferentes personas a donar su tiempo. Mediante la bandera, sus socios, dirigentes y simpatizantes participan activamente en la sociedad. Lo veíamos también hace algunos meses en la inundación en La Plata. Todo el fútbol argentino se volcó a ayudar. Mediante el sello de los clubes, varias personas pudieron participar en entrega de colchones, comida y ayuda. Los clubes siguen siendo una gran fuerza institucional para pensar en una sociedad mejor.

La conocida historia del surgimiento de los clubes en Argentina, exhibe que desde el comienzo de nuestra historia moderna estuvieron activos. Legado de las inmigraciones en nuestro país, fueron las primeras instituciones que permitieron aunar esperanzas, amigos y objetivos en común.

En cada golpe duro, nos damos cuenta de su importancia. En cada barrio, en cada pueblo siempre hay un club representando las energías de muchos. Justo en tiempos donde el modelo y la palabra club volvió a tomar una dimensión que parecía caduca. La década del 90 potenció una perspectiva neoliberal sobre estas entidades. Algunas se transformaron en empresas, otras conservan su nombre pero no el espíritu. Algunos tratan de sacar provecho de su poder en un club. Lo tratan como si fuera su empresa, lo despojan del alma social, acallan a sus socios, maltratan su identidad. ¿Qué hubiera pasado si todos los clubes de Argentina hubieran seguido ese camino? ¿Qué pasaría si los “presidentes-dueño de empresa” de nuestros clubes ganan la batalla y terminan desalojando al socio de su entidad? Seguramente el club como entidad abandonaría su rol social. En muchos países, los socios y simpatizantes ya no sienten lo mismo. Sus instituciones fueron vendidas a jeques árabes o compradas por propietarias de grandes firmas. Actuar como un colectivo representando a esas instituciones, parece caminar por veradas opuestas.
“¿Por qué un club que no tiene un propósito de lucro, cuyos dirigentes hacen un trabajo voluntario, solidario, asociativo, no puede ayudar al Estado?”, sostiene Javier Cantero, presidente de Independiente que intenta aislarse del pensamiento presente sobre los dirigentes en el fútbol.

Entre muchas lecciones que estamos aprendiendo por estos días, la del valor social de nuestros clubes se suma a las buenas causas. Entender su relevancia en la sociedad actual es un pilar comunitario que no debemos olvidar.