En abril de 2008, cuando se conoció la historia secreta de Josef Fritzl –el austríaco que secuestró y abusó durante 24 años de su hija, con la que tuvo siete hijos–, el mundo entero se horrorizó, y los programas de televisión que revelaban los detalles de ese tortuoso y prolongado cautiverio –en el que “el monstruo de Austria” (tal como se lo denominó) amenazaba a sus víctimas con envenenarlas con gas si lo denunciaban– tuvieron récord de audiencia.

Pero este fenómeno que escandaliza y conmociona a gente de todo el mundo es menos extraño de lo que parece, sólo que en algunas comunidades no reviste la espectacularidad de aquel suceso, protagonizado por Fritzl, un psicópata que llevaba una verdadera doble vida. Se mostraba como un correcto ciudadano con sus vecinos, mientras que dentro mismo de su casa, había construido un refugio blindado, completamente aislado donde durante años, abusó de su propia hija.

Las historias más cercanas evidencian que el abuso sexual y las relaciones incestuosas entre familiares consanguíneos se producen a plena luz del día y sin tantas precauciones de parte del abusador para pasar inadvertido.

A fines de octubre, en Reconquista, provincia de Santa Fe, fue detenido un hombre de 61 años acusado de violar a sus propias hijas desde niñas, a quienes hizo madres. De esas relaciones incestuosas con sus tres hijas habrían nacido siete "hijos-nietos", quienes hoy tienen entre 18 y 25 años.

En esos días, en la comuna de Tartagal, a 170 kilómetros de Vera, un hombre de 60 años quedó detenido luego de que una de sus dos hijas lo denunciara por abuso sexual reiterado. La mujer se presentó en la comisaría del lugar, manifestó que fue violada durante 15 años y que sus cinco hijos son producto de las relaciones con su padre

¿Hay más casos de abuso o más personas que se animan a denunciarlo? “Sorprende ver cómo algunas conductas son incorporadas con total naturalidad por ciertas comunidades”, señaló a Rosario3.com el periodista e investigador Luis Frontera, quien dio a conocer un informe sobre la reiteración de casos incestuosos en la localidad de Río Turbio, provincia de Santa Cruz.

“Yo no puedo afirmar que esa ciudad de 10 mil habitantes sea el lugar con más cantidad de casos en el país –advirtió– porque se trata de conductas solapadas, muchas veces avaladas por cómplices cercanos, y otras conocidas por familiares o vecinos que no se animan a denunciar el abuso, o lo consideran como algo natural”.

“El lado B de Río Turbio”. Con ese título, el periodista publicó la investigación en la que relata que en el hospital de esa ciudad, se realizan, cada año, un promedio de 30 investigaciones familiares por sospecha de incesto, relaciones sexuales intrafamiliares, que representan un 50 por ciento de los casos de abuso sexual infantil. O sea: cinco casos cada dos meses, en una ciudad de sólo 10.000 habitantes.

“En 2006 – precisa Frontera– el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), que depende del Estado, ya había incluido en un informe el incesto como ´una de las patologías más significativas´ en Río Turbio. No hay registro oficial de casos comprobados, aunque es habitual que la Justicia tenga retrasos para juzgar y tienda a considerar que los chicos fabulan, apunta la psicóloga Julieta Calmels, quien está haciendo un doctorado en la UBA sobre el discurso social ante el incesto” e integra una larga lista de fuentes consultadas que coinciden en señalar a las relaciones incestuosas como uno de los problemas sociales más difíciles de solucionar.

Claudio Adolfo, actual intendente de esa ciudad, Carlos Godoy, presidente del Concejo Deliberante, docentes, médicos y periodistas de Río Turbio citados en la investigación, describen el fenómeno como “ una patología relacionada con el abuso de poder, en la que el abusador y el entorno colaboran para que se produzcan situaciones en donde alguien queda vulnerable”, y coinciden en remarcar que “los casos de incesto son reales y deben ser tratados en forma urgente”.

En el informe difundido por Frontera aparece el testimonio de José Castillo, secretario general de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), el mayor gremio de la zona, quien diagnostica otra probable causa: “Al principio, los mineros vivían en Puerto Natales, Chile, a 15 kilómetros, por la sencilla razón de que casi todos eran de allá. Luego, cuando empezaron a llegar obreros argentinos, fueron a vivir en pabellones para hombres solteros. Esos monobloques, después, sirvieron para familias sin vivienda que se alojaron allí, horrorosamente hacinadas. Y hoy la mayor cantidad de casos incestuosos sucede en esos pabellones, no en las casas”.

En uno de esos pabellones, el nueve, ocurrió en febrero de 2006 un hecho que marca la gravedad de la situación en Río Turbio. Allí, donde se apiñaban decenas de familias, Carlos “el Topo” Benítez (padre de cuatro hijos) no solamente violaba a su hija menor de edad. Una tarde, le pidió a su hijito de seis años que le hiciera sexo oral a un compañero y que le trajera la plata.

“Un hermano del chico, después, repitió la frase ante un maestro que hizo la denuncia. Intervino la policía y Benítez y el otro hombre fueron presos, junto a varios abusadores más, todos varones adultos. Benítez murió en la cárcel en circunstancias poco claras y la madre de los chicos vive con ellos, en otra ciudad de Santa Cruz”.

“La ciudad es chica, todos se conocen, todos saben todo, pero nadie decía nada hasta que se formalizó la denuncia.Con el tema del incesto sorprende que frente a la magnitud de la práctica, haya tanta ceguera social”, lamenta la psicóloga Calmels.

“En Río Turbio hay denuncias, que quizás representen una décima parte de los casos reales de incesto y abuso infantil que ocurren, pero los funcionarios judiciales prefieren el silencio”, dijo con desazón Frontera, quien pidió entrevistarse con el psicólogo del juzgado local, Adolfo Manzano, y la jueza María Cristina Arellano, pero “ninguno de los dos quiso opinar”.

El célebre y recientemente fallecido antropólogo francés Claude Lévi-Strauss, aseguraba que “la prohibición del incesto es el hecho natural y universal por el cual, gracias al cual, y sobre todo en el cual, se funda el pasaje de los humanos desde la naturaleza a la cultura” –sostiene Luis– y agrega algunas cifras no oficiales que sirven para empezar a tomar dimensión acerca de la seriedad del tema.

“En estudios internacionales, se arriesga que entre un 0,05 y un 20 por ciento de la población experimentó situaciones de abuso o contacto sexual con familiares de sangre, aunque el rango es tan amplio como difícil de verificar”.