Ciro Seisas
Tierra de nadie. Ésta es la idea que más preocupa a los funcionarios del Secretaría de Control y Convivencia Ciudadana, un órgano que centralizó las oficinas de inspección, Guardia Urbana, Control Urbano, Defensa Civil e Inspección de Comercio en noviembre pasado. La conciencia de que el territorio estirado de la ciudad transforme en letra muerta toda norma redactada, en seis meses acumuló cifras para el espanto. Porque ponen en negro sobre blanco lo que antes no se hizo. ¿Hacia dónde va esta política?
La intendenta Mónica Fein reestructuró su gabinete y colocó a Pablo Seghezzo al frente de la Secretaría. Desde que existe, una serie de operativos cruzados consecutivos, con el fundamental apoyo de fuerzas de seguridad, transformó lo que antes era una reacción espasmódica en norma. Disciplinó puertas adentro a agentes díscolos y en muchos casos corrió el velo o restauró la adrenalina del operativo nocturno.
Una ciudad que se pone la gorra
En volumen, desde que fue creada esta secretaría, se realizaron alrededor de 16.260 actas de inspección. A los boliches (incluyendo todas las categorías) llegaron con 3.240 controles.
Se cerró el de Presidente Roca al 700, el de Avenida del Huerto y Entre Ríos, Mitre 1500, Tucumán al 1100, Salta e Italia, 9 de Julio y Sarmiento, Eva Perón al 7900, Avellaneda y Marcos Paz, San Lorenzo al 700. Son todos nombres y apellidos reconocidos de la movida de la noche. Las faltas: van desde el factor ocupacional (ecuación postragedia de Cromañón), ruidos molestos a la presencia de menores en un ámbito que incluye alcohol o hasta cigarrillos en lugares cerrados.
En la movilidad, se detectaron 1.626 irregularidades en autos y 6.492 en motos. Desde el 8 de enero al 11 de mayo se mandaron más de 8.100 motos al corralón. De cada diez, dos volvieron a la calle. El volumen hace pensar en que se superará fácilmente el número de todo 2013: 8.434 vehículos (4.358 autos y 4.076 motos). Hace cinco días, se llevaron 29 vehículos más. Y cerraron hasta 4 comercios.
Se busca, sobre todo en el “desplazamiento por medio de vehículos particulares”, terminar el año con el triple de controles. Una apuesta fuerte que se apoya en dos pilares fundamentales: la Justicia (vía Tribunal de Faltas, Justicia provincial) y el poder de policía y disuasión de las fuerzas de seguridad. Los federales y la policía que con enorme desgaste pero firmemente, delinea el Ministerio de Seguridad a cargo de Raúl Lamberto. La Policía Comunitaria será una pieza clave para nutrir con información.
Reconquista del espacio
A sabiendas de que el crédito en confianza también escasea, los ejes en torno a los cuales se moverá la Secretaría serán constantes y con esfuerzo redoblado: convivencia, actividad comercial y movilidad. Hay cruces entre los tres.
Cuando Rosario3.com consultó a Seghezzo sobre la implementación de lo que se viene, manifestó que “la llegada de las fuerzas como Gendarmería, Prefectura o hasta la misma policía nos encontró trabajando”. Sin embargo, el funcionario reconoció que al principio lo más complejo era implementar una relación fluida. A veces, los agentes y policías estaban a pocos metros, pero no se comunicaban eficazmente. “Ya llegamos. Estamos solos”, gruñían por el handy al secretario, que tenía que obrar como chaperón entre agentes del orden de los distintos estados.
El mecanismo de los controles hoy es dividir por grupos de inspectores en 5 o 6, esparcidos por diferentes puntos, apoyados por la fuerza. La Secretaría va de uno a otro, sin ruta predefinida. Esto permite controlar hacia adentro y hacia afuera. “Queremos entorpecer, hacer más dificil que se cometan delitos o hechos ilegales y sus autores se desplacen por la ciudad”, graficó Seghezzo ante la consulta de Rosario3.com.
Con una acción que se replica, se quiere clavar bandera en los negocios al amparo de la costumbre. Refugiados en una noción de derecho adquirido, con uso de espacio público. Los cuidacoches y los estadios de fútbol son un ejemplo. En el partido de Newell’s versus All Boys se llevaron casi 80 vehículos. Sus dueños se quedaron a pata a la salida del Coloso. Para el Gigante, la idea es la misma. Claro que se quebrantarán intereses económicos amparados que se dispensan como analgésicos para las barras. Por eso también se despintan los espacios ganados simbólicamente por hinchas de los clubes.
Los semáforos son más difíciles de controlar. Pero allí la idea es ir registrando denuncias y constatando identidades. Se abrirán causas judiciales si la conducta persiste. La táctica: insistir una y otra vez, para transmitir el mensaje de que no se intenta molestar, sino marcar la cancha.
Los trabajadores de feria tienen que demostrar la procedencia de la mercadería. Y no pueden cambiar más de lugar. Si hay un permiso para una plaza, digamos, la Montenegro (fuera del Centro Cultural Fontanarrosa), no vale mudarse a la Pringles los viernes a la tarde. El episodio más marcado de este tipo fue cuando se decomisó mercadería a “Los Intocables”, un grupo de comerciantes minoristas que se autoproclamaba así. Hasta que camionetas de la GUM les llevaron todo. Al día siguiente, factura en mano, se devolvió todo lo que tenía origen demostrable en papel.
Para lo que sigue, la clave es simple pero lograrlo tiene una enorme complejidad. Mostrar al Estado en diferentes niveles como un todo coherente. A los boliches, reducirle espacios, ir modificando prácticas. Esto se tratará en la semana en el Concejo. Los afters, los mini-markets y el horario de cierre no están excluidos de la charla.
A la movilidad, sumarle más número de secuestros. A los cuidacoches, con la polémica que conlleva, marcarlos y seguirlos. A las manifestaciones que impliquen corte de calle, identificar líderes y recurrir a la Justicia. A los comerciantes deshonestos, sacarles la costumbre de esenfundar un billete.
Para hacerlo habrá que estar siempre limpio y contar con agentes limpios. O la gorra terminará salpicada.