“La patria es lo más lindo que tenemos, lástima que nadie la hace cumplir. Son pocos los que la respetan”, expresa Ángel. Tiene 70 años y desde temprano se apostó. frente al Monumento a la Bandera, con un racimo de avioncitos color celeste y blanco que ofrece a pleno voceo ante la atenta mirada de los más chicos. Para él los aeroplanos son un buen símbolo de unidad. “Yo sólo quería que uno llegue volando hasta el palco. Y como si fuera una cosa del destino, hace un rato que a un pibe se le escapó uno de la mano y aterrizó cerca de los gobernantes”, explica. Y añade: “Quien te dice que nos les arrima una bendición para que hagan mejor las cosas”. Ángel dice que todos los años viene a vender lo mismo. “El avioncito atrapa más que la típica banderita. Y sale sólo 4 pesos, casi más barato que cualquier otro souvenir patrio”, advierte. Aunque hasta Ángel percibió que la cantidad de público no fue la de otros años, recalca que en esta oportunidad vendió unos diez. Mientras tanto, acomoda los aeroplanos de telgopor que parecen flotar en el aire y promete quedarse hasta el final por si llega a vender los últimos. “No me pierdo ningún acto del Día de la Bandera, pero como también juega la selección se nota que la “La patria es lo más lindo que tenemos, lástima que nadie la hace cumplir. Son pocos los que la respetan”, expresa Ángel. Tiene 70 años y desde temprano se apostó. frente al Monumento a la Bandera, con un racimo de avioncitos color celeste y blanco que ofrece a pleno voceo ante la atenta mirada de los más chicos. Para él los aeroplanos son un buen símbolo de unidad. “Yo sólo quería que uno llegue volando hasta el palco. Y como si fuera una cosa del destino, hace un rato que a un pibe se le escapó uno de la mano y aterrizó cerca de los gobernantes”, explica. Y añade: “Quien te dice que nos les arrima una bendición para que hagan mejor las cosas”. Ángel dice que todos los años viene a vender lo mismo. “El avioncito atrapa más que la típica banderita. Y sale sólo 4 pesos, casi más barato que cualquier otro souvenir patrio”, advierte. Aunque hasta Ángel percibió que la cantidad de público no fue la de otros años, recalca que en esta oportunidad vendió unos diez. Mientras tanto, acomoda los aeroplanos de telgopor que parecen flotar en el aire y promete quedarse hasta el final por si llega a vender los últimos. “No me pierdo ningún acto del Día de la Bandera, pero como también juega la selección se nota que la venta está más arriba que otras veces”, señala. Para Adriana –40 años– la patria parece tener el sabor del membrillo y la batata. Desde que tiene 15 se dedica a freír, en familia, cantidades de pastelitos para vender en el parque Nacional a la Bandera los 20 de junio. René es dueño de un triciclo ambulante que va cargado de churros y tortas fritas todos los fines de semana. Su parada es el Monumento a la Bandera y como los otros dos vendedores nunca se pierde un festejo patrio. Aunque no se anima a definir lo que para él es la patria, cuenta la razón por la que su carrito es celeste y blanco. “Lo tengo desde hace 15 años, siempre se llamó La Argentinita pero desde hace un mes decidí nombrarlo La Argentina”, relata. Para René rebautizar su lugar de trabajo fue poner la esperanza en que su negocio crezca pero sin duda de la mano de la patria.