Maricel Bargeri

“No quería morirme sin ver a Blades”, dijo ella. La confesión tuvo adhesión unánime entre los amigos y amigas que esperaban en la puerta de El Círculo. Ninguna sospechaba que el anhelo compartido sería saldado con creces: tres horas de show, doce músicos en escena y un vocalista que cuenta y canta historias con la pericia de quien hace tiempo aprendió a capturar las vivencias humanas en una postal sonora.

Esta vez, el tiempo jugó a favor y la demorada primera visita de Rubén Blades a Rosario le sacó ventaja al almanaque. El cantante panameño anunció que no habrá más giras después del 2016.

En la cuenta regresiva de sus presentaciones internacionales, el compositor desplegó en la sala de Laprida y Mendoza todas las posibilidades de la salsa, coqueteó con el disco, la bossa, el latin jazz y hasta se aventuró en el reggae.

La ductilidad instrumental de la orquesta de Roberto Delgado –y los arreglos del director– hicieron que el autor de “Camaleón” sintiera sobre sus espaldas un andamio sonoro tan preciso como generoso, al que fue enhebrando una antología de letras que van de la violencia de Estado a la crítica social y el amor, siempre desde el espacio cotidiano.

El puntapié inicial llegó con “La rosa de los vientos”, a las 20.45. Blades –de impecable traje negro y sombrero– comenzaba ya a insinuar una serie de contoneos, gestos y disfrute que marcarían el resto de la entrega.

“No puedo acostumbrarme al frío”, se despachó, para luego contar la improbable anécdota de “un frente frío de 22° que azotó Panamá” tiempo atrás.

Articular relatos previos a las canciones fue una de las constantes: unas veces a modo de introducción; otras, pensamientos puestos en voz alta.

Con el devenir llegarían “Plástico”, junto a Fena Della Maggiora y con intro disco–“estamos condenados a tener amigos”–“Decisiones”, “Las calles” –dedicada a “las madres que murieron sin vacaciones–, “Juan Pachanga, con brillantes solos de bongó y trombón, y “La caína”.

A medida que los monólogos se colaban, crecía la complicidad entre un público incondicional desde el primer acorte y “el cantante”.

“Me fui porque no iba a ser abogado de una dictadura”, confesó Blades sobre su salida de Panamá. También contó que tiene listo un disco de tangos que grabó junto a Enrique Francini y Horacio Salgán.

Asimismo, se permitió bromear con la elección de Barack Obama como mandatario de Estados Unidos –“nunca pensé que iba a ver un presidente negro”– y la llegada de Francisco I al Vaticano –“nunca pensé que iba a ver un papa latino. Y argentino”–, completó.

El setlist se acercaba a las 22 con “El cazanguero”, mientras en la pantalla final de alta definición se proyectaban alambrados –¿hay una manera más gráfica de tabicar la libertad?–, seguida de “Ojos de perro azul”, co-escrita con Gabriel García Márquez.

Ya para la recta final del concierto, se fueron apilando varias de sus letras más comprometidas: “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”, una enorme versión para “Desapariciones” en tempo de reggae-dub , “Prohibido prohibir”, homenaje incluido a los desaparecidos de la última dictadura argentina; una extensa “Todos vuelven”, con pantallazos de Olmedo, Fontanarrosa y Mercedes Sosa; y un cierre con “Pedro Navaja”.

Para los bises –“La palabra adiós” y “Muévete”– pocos podían dar crédito de las tres horas que llevaba el concierto local de la gira Cantos y Cuentos Urbanos. El saludo de los músicos en el escenario. Final.

Extasiadxs por tamaña catarata de versos y melodías, Ella, sus amigos y amigas eligieron la misma puerta de acceso para remontar en palabras lo ocurrido.

Mientras una destacaba la voracidad rítmica del pianista, otro trataba de pensar en algún tema que no haya sonado.

Cada uno por su lado se fue masticando la misma sensación: habían asistido por una noche a una parte de la historia de la música.

Los músicos

Ademir Antonio Berrocal, batería y coros
Alejandro Aberto Castillo y Juan Carlos López, trompetas
Avenicio Núñez, Francisco Antonio Delvecchio, Idigoras Bethancourt, trombones
Carlos Federico Perez-bido, timbales y coros
Juan Antonio Berna, piano
Luis Enrique Becerra, teclados
Marcos Antonio Barraza , congas y coros
Raúl Alexis Rivera, bongos y campana
Roberto Antonio Delgado, bajo, coros, dirección y arreglos