Los accidentes automovilísticos en ruta provocaron en enero el saldo de 328 muertes y 675 personas heridas. Al menos 32 personas perdieron la vida o resultaron heridas por día, según cifras oficiales. En este contexto, la necesidad de contar con más autovías y autopistas se hace explícito. Sin embargo, no existen anuncios ni proyectos en los que se plasme esta alternativa que podría dar una solución al incremento de accidentes ruteros.

No es novedad que los choques frontales son una de las principales causas de muerte en el país. Por eso, Guillermo Laura sostiene hace años que la construcción de autopistas y autovías es parte de la solución al incremento de las muertes en las rutas argentinas, teniendo en cuenta que muchos son el resultado de que los automóviles se pasan entre sí, circulando en contramano.

Sin embargo, Laura no siente ningún eco a sus propuestas. “Hay falencias en la planificación y sólo se anuncian obras en función de la rentabilidad y el negocio del peaje, por ejemplo en la autopista Pilar-Pergamino o en la Nª 34, concentrándose la inversión en la Pampa Húmeda pero no se alcanza el plan integral de autopistas que lleguen a países limítrofes”, expuso en diálogo con Radio2 el especialista.

La financiación de las obras viales de este tipo, a través de la tarifa del peaje implica un riesgo, según Laura, quien explicó: “Necesitamos un modelo protector del usuario porque los cien centavos por litro de combustible va a Rentas Generales y las obras no se van a hacer nunca porque siempre surge algo más urgente y así la construcción de las autopistas se postergan en 50 años”

En cuanto a las campañas de educación vial que se desarrollan en todo el país para combatir los altos índices de accidentes, advirtió: “Hay un diferencia sustancial entre la educación vial y las autopistas. La educación vial lo único que hace es advertir que hay un riesgo: curva peligrosa, por ejemplo, pero no los suprime. El 66 por ciento de las muertes es por choques frontales en carreteras angostas donde es obligatorio cruzar de contramano y en esa maniobra está el riesgo”. Por lo tanto, continuó, “si no se ataca el problema no se resuelve el riesgo”.

“Hoy no hay líderes que marquen una solución y que traten de atacar el problema de fondo. No se puede seguir engañando a la gente con campañas de educación vial. En Italia cada kilómetro intervenido vale unos 20 millones de dólares mientras que en Argentina cuesta un millón de dólares porque sólo hay que hacer un terraplén y pavimentar. Todo es muy fácil, pero no existen metas claras para hacerlo”, sentenció.