Una gran tormenta de polvo hizo hoy que Sídney, la mayor ciudad de Australia, amaneciera bajo una espectacular luz roja, además de paralizar la actividad a primera hora de la mañana, según informaron testigos y fuentes oficiales.

El tono rojizo de la nube de polvo -que daba la impresión de que un enorme incendio forestal rodeara la ciudad y provocó que algunos residentes llamaran a la radio ABC temiendo que hubiera llegado el fin del mundo- se suavizó a los pocas horas y tomó un color amarillento, según comprobó Efe.

Procedente del desierto del interior del país, el fenómeno empezó durante la noche y afectó a gran parte del estado de Nueva Gales del Sur (este), con vientos superiores a los cien kilómetros por hora.

El transporte público quedó suspendido y las autoridades sanitarias emitieron una alerta para que los ciudadanos con problemas respiratorios, asma, o problemas de corazón no saliesen a la calle.

Muchas oficinas decidieron suspender temporalmente sus operaciones debido a la irritabilidad que producía en los ojos de la plantilla la arena que entraba por todas partes.

Varios vuelos internacionales desde Sídney tuvieron que ser retrasados o desviados a Melbourne y Brisbane, y los transbordadores del puerto fueron cancelados por la escasa visibilidad.

Como habían previsto los expertos, la tormenta continúo su recorrido por el vecino estado de Queensland, al norte de Nueva Gales del Sur y conocida por contener la famosa Gran Barrera de Coral.

La visibilidad en Brisbane, la capital de Queensland, se vio reducida drásticamente y las autoridades dieron alertas iguales a las emitidas en Sídney.

El sargento Laurie Shevlin, de la Policía de Queensland, indicó que se trata de "un fenómeno inusual y ha reducido claramente la visibilidad en las carreteras", por lo que pidió prudencia a los conductores.

El veterano meteorólogo Tony Auden señaló que las condiciones en el estado mejorarán durante la noche mientras la tormenta se aleja por el norte, donde sufrirán los mismos efectos vividos en Sídney y Brisbane.

"En los próximos dos días, esperen cielos claros, temperaturas más bajas y vientos ligeros, que nos sacarán del peligro de los incendios, al menos durante unos días", pronosticó Auden.

El aeropuerto de Brisbane no había cerrado a la hora del almuerzo, pero había reducido el número de todos sus vuelos y estaba a la espera de ver si empeoraba la visibilidad para cancelar las operaciones.

Las aerolíneas Qantas y Jetstar anunciaron a sus clientes que podía solicitar el traslado de sus vuelos a mañana, viernes, sin ningún tipo de recargo o penalización.

"Un fenómeno así es extremadamente raro. Ha sido uno de los peores, si es que no el peor (vivido en Australia)", manifestó el director regional de Nueva Gales del Sur de la Oficina Meteorológica, Barry Hanstrum.