Aunque la asociación cafeína-bebé puede sonar extraña, lo cierto es que el citrato de cafeína es un compuesto muy utilizado de forma terapéutica para paliar distintos problemas asociados al nacimiento prematuro. Entre sus beneficios más conocidos destacan su papel en el tratamiento de la apnea y la prevención de afecciones como la retinopatía y la displasia broncopulmonar.

La terapia ya se aplica de forma generalizada en todo el mundo, y aunque se sabe que es segura, aún es necesario seguir afinando la técnica para saber, por ejemplo, cuáles son las dosis óptimas o en qué momento comenzar el tratamiento. En el año 2014, un equipo de científicos de la Universidad de Calgary (Canadá) publicó un trabajo que mostraba que iniciar la terapia con cafeína en los dos primeros días de vida tenía muchas ventajas, ya que se reducía el riesgo de sufrir displasia broncopulmonar y se acortaba el tiempo en el que los prematuros necesitaban asistencia con respirador. Lo que no se sabía era qué efectos a largo plazo podría tener el suministro temprano de cafeína sobre el desarrollo del cerebro.

Ahora, el mismo equipo de investigadores acaba de publicar un estudio en la revista Pediatrics en la que realiza un seguimiento a más de dos mil niños nacidos antes de cumplirse la semana 29 del embarazo (un  embarazo normal dura unas 40 semanas). Los bebés fueron divididos en dos grupos: aquellos que fueron tratados en los dos primeros días de vida, y aquellos en los que se comenzó más tarde.

“Era importante comprender los efectos a largo plazo de la cafeína y asegurarse de que esos bebés, no solo sobreviven, sino que además tienen calidad de vida en el futuro”, reflexiona Abhay Lodha, uno de los autores del trabajo, según publican en el portal muyinteresante.es.

Los resultados revelaron que el tratamiento temprano con cafeína no tiene efectos a largo plazo en el desarrollo neurológico. Es más: los niños del primer grupo obtenían, en los test de seguimiento realizados entre los 18 y los 24 meses, mejores puntuaciones cognitivas y además tenían menos posibilidades de sufrir parálisis cerebral y discapacidad auditiva. “En los test analizamos la forma que tenían estos niños de resolver problemas sencillos o de explorar objetos y juguetes tridimensionales”, explica Dianne Creighton, otra de las investigadoras participantes en el estudio. “También evaluamos si los pequeños eran capaces de entender palabras sencillas o de reconocer imágenes, así como sus capacidades motoras: escalar, gatear, equilibrarse y coordinarse”, añade.

¿Cómo funciona la cafeína? Según Lodha, este compuesto podría fomentar el crecimiento de las dendritas, esas pequeñas ramificaciones de las  neuronas que les permiten recibir señales de otras. “La cafeína también puede mejorar el estiramiento y la expansión pulmonar, el gasto cardiaco y la presión arterial en bebés prematuros, lo que mejora el suministro de oxígeno en todo el cuerpo y el cerebro, reduciendo la duración de la asistencia respiratoria, así como el riesgo de enfermedad pulmonar crónica y de lesiones en el cerebro en desarrollo”, concluye el investigador.