Sin hogar ni escuela, con falta de comida y el trauma de haber perdido a algún familiar, unos 500.000 niños afectados por el sismo de la semana pasada en la isla indonesia de Sumatra son hoy una prioridad de la ayuda humanitaria.

Desde el fuerte terremoto, que mató a más de 3.000 personas y dejó sin casa a unas 450.000 personas, las precarias carreteras de montaña de la región de Pariaman, en la provincia de Sumatra Occidental, se han convertido en un imán para los pequeños.

Los menores, con cajas de cartón y botes de aluminio, mendigan durante todo el día junto a las calzadas esperando una limosna de las decenas de vehículos de los cooperantes que trabajan a marchas forzadas en la región.

"El problema de los niños que mendigan desde el terremoto es muy preocupante", aseguró Amson Simbolon, responsable de educación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Indonesia y coordinador de las organizaciones no gubernamentales (ONG) educativas y de la infancia que trabajan en la zona devastada por el seísmo.

La mayoría de los chicos ha sido empujada de golpe a la mendicidad por la muerte de sus padres, la destrucción de sus viviendas o la desaparición del modo de vida de su familia.

UNICEF calcula en un informe de evaluación que aparecerá en los próximos días que unos 500.000 menores han sido afectados, en mayor o menor medida, por el terremoto y que cerca de 2.000 colegios han resultado dañados, de los que casi 900 han quedado completamente inutilizables.

"La limosna no es la solución a sus problemas, hay que mantenerlos fuera de las carreteras", añadió Amson Simbolon, lo que para él implica un planteamiento integral que tenga en cuenta los factores económico, social y psicológico.

El presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, aseguró que la recuperación de la zona afectada por el sismo de 7,6 grados de magnitud implicaría la creación de una agencia nacional similar a la que afrontó la reconstrucción tras el tsunami de 2004.

Los primeros centros escolares empezaron a abrir sus puertas esta semana a pesar de que se ha tenido que dividir a los alumnos en dos turnos, reducir el horario lectivo o fundir clases a causa de los desperfectos.

"Vamos a colaborar con expertos para construir escuelas resistentes a terremotos", aseguró el ministro indonesio de Educación, Bambang Sudibyo.

Mientras se llevan a cabo la reconstrucción y rehabilitación de los colegios, proyecto el que el Ministerio de Educación dedicará 280.000 millones de rupias (29,9 millones de dólares o 20,2 millones de euros), algunas escuelas han reiniciado sus clases en tiendas de campaña provistas por el Gobierno.

Por su parte, Unicef culminará mañana la instalación de 60 escuelas móviles con capacidad para unos 80 estudiantes cada una, y el mismo número de "puntos recreacionales", además de los 15 barracones-escuela que instalaron hace una semana.

Estos pequeños centros de recreo ambulantes, con libros y juegos, tienen como función hacer a los niños olvidar el trauma causado por la catástrofe y favorecer la socialización.

Asimismo, la ONG World Vision ha levantado varios de estos centros recreacionales con capacidad para unos 300 niños cada uno, centrados en la recuperación psicológica de los menores.

Los expertos apuntan que los niños son los más sensibles ante este tipo de calamidades y que pueden padecer insomnio, pesadillas, claustrofobia o trastornos de carácter.

Indonesia, con 230 millones de habitantes, se asienta sobre el "Anillo de Fuego del Pacífico', una zona de gran actividad sísmica y volcánica que sufre unos 7.000 terremotos al año, la mayoría moderados.