El comienzo de este torneo Clausura no pudo ser peor para Central. Y no sólo desde lo numérico. Porque además de no haber ganado aún, no hay dudas de que desde el rendimiento el equipo es una sombra del que fue hasta hace poco. Las dos unidades sobre doce posibles hablan por sí solas y encima sus rivales directos por la permanencia se le han acercado peligrosamente.
El gol de Lisandro López sobre el cierre del juego ante Chacarita fue un golpe durísimo para los canallas. Es que los fantasmas del temido descenso volvieron a merodear el Gigante de Arroyito y los hinchas se retiraron una vez más con una enorme desilusión y una preocupación aún más grande. Ahora bien, ¿por qué este equipo de Cuffaro difiere tanto al del semestre anterior?
En este sentido hay varios factores que parecen haberse conjugado para semejante retroceso futbolístico y que vamos a repasar.
Las posibles causas del bajón
En primer lugar, en la parte física el equipo ya no es lo que otrora. Quizás en el torneo anterior esa era la principal virtud de un conjunto que volaba en la cancha. Ahora esa diferencia no existe. De hecho, los mismos preparadores físicos reconocieron que después de la exigente pretemporada en las sierras cordobesas, al plantel le faltaron un par de amistosos más para llegar al cien por cien.
Otro punto insoslayable es la merma en el rendimiento individual de algunos jugadores que se lucieron en el campeonato anterior y en lo que va de este han bajado considerablemente su nivel. Los casos más emblemáticos son los de Paglialunga y principalmente Jonatan Gómez, que no llegan a dar lo que mostraron en el Apertura.
Además, el equipo ha sentido la ausencia de jugadores importantes como Jesús Méndez, transferido, o Jorge Broun, lesionado. Hasta aquí sus reemplazantes, Galíndez en el arco y Astudillo o Ballini en el medio, no lograron disimular sus bajas.
El otro responsable de esta merma es el técnico. Cuffaro cosechó elogios en el Apertura por los 31 puntos, pero también porque no perdió con ninguno de los rivales directos, venció a todos los grandes en Rosario, promovió y jerarquizó jóvenes del club y se caracterizó por sus planteos audaces.
Ahora, en cambio, parece planear los encuentros pensando más en el arco propio que en el ajeno. Y la mejor prueba de ello es el cambio de Danelón por Jonatan Gómez en el partido ante Tigre o la decisión de prácticamente no darle minutos en cancha a Darío Ocampo, que llegó para darle volumen de juego al equipo y aparece como una alternativa a tener en cuenta.
Lo que sí puede rescatarse
Pero en medio de tantas pálidas, también hay datos alentadores que valen la pena destacar y que dejan el crédito abierto para seguir creyendo en este proceso:
Uno de ellos es que, pese a no mostrar el mismo nivel futbolístico que el torneo anterior, el equipo ha levantado su rendimiento en las dos últimas fechas y parece querer volver a ser el mismo de siempre.
Otro dato: después de 353 minutos apareció el gol, y de la mano de Zelaya. Es importante haber vuelto a convertir y más aún que el tanto haya sido del tucumano, quien venía sin confianza y esto puede reanimarlo, sobre todo ahora que la responsabilidad de gritar goles no recae principalmente sobre sus espaldas parece haberse sacado un gran peso de encima.
Finalmente, y sobre todo, la vuelta de Luciano Figueroa es otra gran noticia. Lucho se mostró en forma y su sola presencia es un plus muy importante para este juvenil equipo. Sus goles llegarán, tarde o temprano. En el mismo rubro puede anotarse el regreso de Diego Braghieri, que le da más personalidad al sector defensivo.
Se vienen dos compromisos clave fuera del Gigante: Banfield y Colón. Con las vueltas de Milton Zárate tras la lesión y Gervasio Núñez tras la suspensión, seguramente Cuffaro tendrá su equipo ideal en cancha. Se acabaron las excusas. Este es el momento de resurgir. Después, y con la espada de Damocles del promedio pendiendo sobre el cuello, ya puede ser tarde.
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